De todo lo que se dijo sobre la nueva generación cinematográfica, hay una frase en especial que signó al cine de los últimos veinte años: «menos es más». A pesar de que la afirmación se repite una y otra vez, parece que eso no resulta en una minimización de esfuerzos por parte de los directores. Ellos quieren a los mejores actores y actrices en cantidad, los escenarios más estrafalarios que la pantalla verde pueda permitir, historias impresionantes basadas en hechos reales, y más. Amsterdam es un poco de todo esto.
Su cast, que va desde Robert De Niro hasta Taylor Swift, intenta ser todo y sentirlo todo al mismo tiempo. Incluso se sirve de la voz en off de Christian Bale, por si las acciones de los personajes no quedaron lo suficientemente claras en su escenificación. Aún con todas estas herramientas, Amsterdam termina fallando en identificarse con alguna idea en especial, y no presenta ninguna complejidad para el espectador. De hecho, si en ciertas partes parece asomarse un misterio interesante, se anula de una forma casi ofensiva.
Amsterdam (2022). Dirección y guion: David O. Rusell. Elenco: Christian Bale, Margot Robbie, John David Washington. Fotografía: Emmanuel Lubezki. Edición: Jay Cassidy. Música: Daniel Pemberton. Duración: 2 horas 14 minutos. Nuestra opinión: Mala.
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Los actores principales interpretan a tres amigos, un médico, un abogado y una enfermera, que se convierten en los principales sospechosos de un crímen que alegan no haber cometido. Con esta premisa, sabemos que vamos a enfrentarnos a una intriga constante, a los obstáculos que los personajes tendrán que sortear para desenmascarar al enemigo. Sin embargo, no es así en el caso de Amsterdam, y no nos referimos a una originalidad positiva. La cinta tiene entre manos la historia de un crimen sumamente interesante, pero elige sacrificar sus posibilidades de crear suspenso a cambio de dejarlo todo claro para el espectador.
Es cierto que el consumidor de cine promedio ya no desea gastar su tiempo en historias complejas o personajes representativos de situaciones no ficcionales. Varias encuestas demuestran que el público prefiere decantarse por algo fantasioso, que lo entretenga y no lo haga pensar tanto. Amsterdam no solo parece guiarse hacia ese grupo, sino que le facilita tanto los desenlaces de la trama que parece subestimarlo. Las pistas clave se repiten sin fin (por si alguien se las pierde). Los obstáculos que en principio parecen críticos se resuelven en minutos. Y, lo peor: el supuesto plot twist se anuncia con bombos y platillos media hora antes de que ocurra.
Otro hecho que molesta aún más, pero ahora relacionado con el detrás de escena: la necesidad de apoyarse en íconos establecidos para conseguir público. Si hay algo más doloroso que ver a estrellas viejas y nuevas como Robert De Niro y Anya Taylor-Joy participando de películas pochocleras a esta altura de sus carreras, es que dichas producciones sean malas. Es lastimoso conocer las grandes actuaciones de las que son capaces, y tener que verlos desarrollando un guion que no respeta sus habilidades en absoluto. Rami Malek, Margot Robbie, Christian Bale, son otros de los nombres que consiguen una mancha más en su trayectoria. Vamos al cine atraídos para verlos en pantalla grande, pero ¿A qué costo?