Crítica de ‘El tiempo perdido’, documental de María Álvarez

el tiempo perdido de maria alvarez
En noviembre, 'El tiempo perdido', la tercera película de María Álvarez tras 'Las cinéphilas' y 'Las cercanas' llega al MALBA CINE en homenaje al centenario de la muerte de Marcel Proust.
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Unas diez personas por arriba de los setenta años, reunidas en círculo en el medio de un bar tradicional de la zona de Retiro en Bs As.
La cámara de Maria Alvarez, acompaña como sobrevolando a este grupo allí reunidos desde antes que alguien los mirase.
Ellos están, estaban; Y seguirán estando como sigue Proust charlando con nosotros por mucho tiempo.
Están concentrados en sus fotocopias con capítulos de la obra monumental.
La obra eterna de Marcel.
Se turnan para llevar la voz cantante de la lectura en voz alta compartida de los fragmentos del libro.

Son hombres y mujeres que comparten este ritual desde hace ya casi dos décadas nos enteramos los espectadores. Una tertulia de café, de magdalenas y de amores.

La imagen del El tiempo perdido, documental de María Álvarez, será en su totalidad en un sueva blanco y negro, el sonido apenas intervenido por un instrumento que podría ser un clarinete, que a veces dialoga con las imágenes dando un leve aire misterioso. Los recursos mínimos que maneja la directora para llevar adelante su película resultan un punto de partida interesante.

El montaje no apresura ni interrumpe las lecturas en voz alta matizada con breves diálogos grupales entre párrafo y párrafo que generan su propia atmósfera literaria.

La directora creó un ritmo, en base a la voz de Proust. Su cadencia mental irrumpe en el café porteño con sello propio, y con la elegancia francesa que todo lo puede.

No importa en el grupo que el libro elegido, “En busca del tiempo perdido” sean 7 tomos, de cerca de 3.000 páginas.

Eso no intimida ni expulsa a nadie; Por el contrario, varios de quienes están allí, leyeron y releyeron varias veces la totalidad de la obra.

Con el film sucede algo similar a ver actores buenos en el escenario, parece fácil de hacer sus expresiones y sus movimientos corporales pero desde ya que no lo es, que está trabajado por años cada matiz y cada sutileza. Corren los minutos, percibimos que no habrá aquí ningún protagonista, sino que el grupo entero lo será.

Uno de los concurrentes históricos de estos encuentros grupales, cuenta como su destino está atado al escritor francés, toda vez que su hija se llama Albertina, nombre que eligió la madre y no él; Albertina vive ahora en París (donde sino) y fue ella quien fundó el grupo de lectura que el continúa como una suerte de herencia cultural.

Albertina también es la mujer que recibirá el amor del protagonista del libro, que en realidad sufre cierta contradicción al reconocerse como gay en una época en que serlo no estaba legitimado socialmente como en este presente.

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La lectura compartida, irá pasando por momentos fuertes, como la muerte de alguno de los protagonista inesperada, por momentos de emociones reconocibles como el mítico “de la magdalena” y no esquivará el bulto ante momentos eróticos como la visita a una casa de prostitución masculina que estaría insinuada, donde se plasman detalles como el placer voyeurista de quien ve por una ventanita tener sexo a otros.

El libro se lee grupalmente, no hay teléfonos celulares y todo suena a desafío en esta película pese a que la directora no haga mas que estar allí con delicadez, con cierta ternura y con deseos de no interrumpir.

La cámara en mano narrativa aportará al principio cierto movimiento que se verá matizado apenas por tomas de la ciudad con sus colectivos, con monumentos, con el Obelisco parado estático e imponente allí cerca y con el televisor del bar, que mostrará en flashes el partido entre Boca y River jugado en Madrid o un match entre los pumas y Sudáfrica de rugby.

El final del libro y de la película va madurando en el espectador sin apuros, como en una película de Victor Erice y cierta magia ha sido compartida con los lectores de Proust.

¿Ellos saben que nos regalaron algo?

¿Ellos saben que nos hicieron levemente felices por un ratito?

El tiempo perdido y María Alvarez deja estas preguntas en el aire mientras ella también se retira con su cámara cómplice a buscar nuevos personajes y aventuras, escondidos a la vista en la gran ciudad.

En noviembre, ‘El tiempo perdido’ llega al MALBA CINE. Atentos a su web para más información.

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