Para entender la película del Capitán América: Un nuevo mundo, debemos repasar algunas cosas. En el (casi) cierre de la fase tres dentro del UCM, o mejor conocido como Universo Cinematográfico de Marvel, el Capitán América interpretado por Chris Evans cumplía el sueño de toda su vida viajando al pasado para tener una vida pacífica junto al amor de su vida, Peggy Carter, y cumplir la promesa que ambos se habían hecho de tener ese tan ansiado baile entre los dos. Al regresar como un septuagenario le entregaba el famoso escudo a Sam Wilson, alias Falcon, y dejaba el legado en manos de un personaje bastante neutro y poco relevante, por lo menos, desde mi perspectiva.
Pasaron casi años desde aquel monumental cierre de una era que al parecer no tiene el suficiente potencial en la actualidad como para volver a impactar fuertemente a la audiencia. Cinco desde ese momento y casi diecisiete desde el inicio de todo este enredo de crossovers, multiversos y quilombos argumentales que sólo hicieron confundirnos más de la cuenta, pero que también nos dieron varios momentos icónicos. No pienso negarlo: yo también fui uno de aquellos que saltaron cuando el Capi sostuvo el Mjölnir ante la atenta mirada de Thor en aquella épica batalla final de Avengers: Endgame. Pero, inevitablemente, el tiempo me cambió.
Lo que antes me hacía saltar de la butaca hoy me duerme. En su momento encontré en la fiel representación a cargo de Chris Evans algo a qué aspirar. No se confundan, no quería ser el Capitán América, pero sus valores y principios, su amabilidad y sentido de lealtad me motivaron a pensar que podía ser alguien más entre toda la muchedumbre. Quizás, era porque estaba en mis veintes y me estaba auto descubriendo todo el tiempo. No lo sé.
En ese año prepandemia casualmente también fue el último en el que Lucius Onah, un desconocido realizador nigeriano, estrenaba Luce, un drama social con tintes de suspenso que pasó bastante desapercibido en su momento, acompañando a la figura de su creador a un posible anonimato. ¿A qué voy con todo esto? Nadie imaginaría que ambos caminos se cruzarían y que, en este 2025, se pudiera estrenar una película protagonizada por el idealizado superhéroe norteamericano dirigida por este muchacho. Y no, no hablo del famoso alienígena de ojos celestes registrado bajo la marca DC. No, hablo de la nueva versión del super soldado por excelencia interpretada por Anthony Mackie en la película Capitán América: Un nuevo mundo.
Problemas con el guión
¿Qué era lo urgente y nuevo que se podía contar sobre este personaje? Cinco personas, incluida Onah, se encargaron del guion de Capitán América: Un Nuevo Mundo. CINCO. Según algunas fuentes hubo tantas reescrituras en el libreto que al parecer en algún punto se olvidaron que tenían que contar la historia del Capitán, y en las primeras proyecciones de prueba casi todos los espectadores salieron descontentos de lo que habían visto. No es para menos, el título original era Capitán América: Nuevo Orden Mundial, algo que quizás hubiera generado una ola de odio en pro del antisemitismo. Muchas veces mezclar con poca sutileza la posición política en relación al relato puede no resultar de lo más atinado, y menos cuando estamos hablando de títulos que no pretenden estar en los Oscar.
La cuarta película en solitario del héroe norteamericano es la más política de todas. El conflicto central está enfocado en la relación que surge entre la figura del desaparecido general Thaddeus “Thunderbolt” Ross (interpretado por William Hurt y reemplazado por Harrison Ford debido al fallecimiento de Hurt en el 2022) tras los eventos ocurridos en Civil War, y nuestro querido protagonista. El director despeja toda posible duda acerca de su nula autoría desde el minuto uno, dejando en claro quién está a cargo.
Esta no es una obra de Julius Onah, es una concebida bajo las decisiones apresuradas de un estudio que quiere enviar un tibio mensaje de aliento a sus fanáticos, provocar a varios en el camino, y en todo ese torbellino rescatar los 180 millones que le salió el problemita este. Pero esto no es nada nuevo: la rueda del entretenimiento Marvel jamás descansa y tiene que seguir insistiendo con la idea de que este tipo de cine debe seguir existiendo.
Spoilers de la película Capitán América: Un nuevo mundo

¿Cuál fue la mejor idea que pudieron haber tenido? Como un manotazo de ahogado volvieron en el tiempo al 2008 y decidieron que Samuel Sterns, el brillante científico que quería encontrar la cura para Bruce Banner en aquel entonces, sea el nuevo villano de esta nueva entrega. Nada refrescante, nada original, solo una muestra de cómo el reciclaje puede “salvarle las papas” a una marca en decadencia. Si recuerdan a Sterns, aplaudo la memoria que tienen. Si no tienen, quizás tengas que ir a YouTube o volver a ver The Incredible Hulk en Disney+. En mi caso tengo mucha, pero a pesar de eso no me cabía en la cabeza la idea de porqué traer un personaje tan olvidable al centro de la escena.
La cuestión, como para resumir la trama y no entrar en detalles que no lo merecen, es así: Sterns quiere concretar una venganza contra Ross por haberlo encerrado durante quince años y experimentar con su dotado cerebro. Ross se está muriendo por una afección cardíaca y no le queda otra que tener que hacerle caso a Sterns tomando una pastilla tres veces al día (como si no pudiera tener una consulta con el médico) pero en realidad no sabe que ese invento farmacéutico lo transforma en un Hulk, más precisamente en Red Hulk, que a su vez se alinea con el propósito de Sterns: que el mundo vea qué clase de persona es Ross. Un monstruo, un monstruo rojo y lleno de ira.
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¿Qué gana el personaje? Probablemente nada. ¿Qué ganamos nosotros? Dos horas de relleno. Eso sí, como siempre los efectos especiales son un lujo y las escenas de acción bastante bien coreografiadas (aunque prefería lo absurdo del montaje propuesto por los Russo en Winter Soldier y Civil War), unos interesantes y convenientes gadgets tecnológicos adheridos al traje del Cap (en adición al vibranium como para que no nos olvidemos que una tercera entrega de Pantera Negra sigue en pie), y mucha, pero mucha explosión. Referencias a los Eternals, a las películas anteriores de la saga en solitario, y un sinfín de aderezos que no aportan nada. Además, tenemos a Giancarlo Esposito haciendo (por enésima vez) de Gus de Breaking Bad, en esta ocasión disfrazado de matón profesional.
Toda la espectacularidad se ve opacada por el plan menos pensado que podría tener un villano, y el más vago en términos de escritura que había visto en mucho tiempo, y que sólo termina siendo ejecutado con la única excusa de que ahora, después de un tiempo sin que podamos conectar con la saga más taquillera de todos los tiempos, los tiempos cambiaron. Estamos en una nueva era, como lo define Wilson. Los ideales que alguna vez supieron definir a estos personajes se desdibujan en pos de captar a las nuevas generaciones, y aquellos valores y principios que conformaron la “nación más grande del mundo” están deformados por los actos individualistas perpetuados por terroristas internos que, después de resignarse a perseguir los sueños que el mismo sistema que vanagloriaron supo prometerles, deciden revelarse contra su patria.
Son tiempos de cambio, de eso no quepa duda. Quizás el enfoque de Marvel con la película Capitán América: Un nuevo mundo de mostrarnos una cara más “realista” de estas cuestiones que involucran a la nueva generación de Vengadores, sea algo positivo y que llamativamente pueda reinventarse a sí mismo. Pero lamentablemente me bajé de ese barco hace un tiempo. Ya no estoy para estas cosas.

Nuestra puntuación de la película
2.5 out of 5.0 starsFicha técnica
- Capitán América: Un nuevo mundo (Captain America: Brave New World, 2025)
- Dirección: Julius Onah
- Guión: Julius Onah, Rob Edwards, Malcolm Spellman, Dalan Musson, Peter Glanz
- Elenco: Anthony Mackie, Harrison Ford, Danny Ramirez, Shira Haas, Carl Lumbly, Tim Blake Nelson, Giancarlo Esposito, entre otros
- Fotografía: Kramer Morgenthau
- Edición: Madeleine Gavin, Matthew Schmidt
- Música: Laura Karpman
- Duración: 1 hora 58 minutos
- Nuestra opinión: Regular