Infinidades de veces el cine narró historias donde la intención por escalar en la vida se convierte en codicia, avaricia y deseo de tener cada vez más. Grandes películas se centran en esta idea que supone la construcción de un personaje realmente interesante, con el cual se puede empatizar como no. Éste es el caso de El negocio del dolor (Pain Hustlers), donde Emily Blunt le pone voz y cuerpo a una protagonista que dirige íntegramente el largometraje tanto en su relato como en lo extradiegético.
Con la presencia de un personaje lo suficientemente fuerte para mantener la historia en su totalidad, El negocio del dolor coloca a David Yates como un director versátil, con facilidad para centrar una figura dentro de una idea general. El cineasta se desprende de sus trabajos previos en la ficción dentro de la fantasía para demostrar un largometraje diferente.
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Para pensar a El negocio de dolor, no hay que evitar el hecho de que se trata de una producción audiovisual exclusivamente diseñada y ejecutada para su consumo en streaming. Lamentablemente, a la mayoría de las películas de hoy en día se le debe realizar el mismo tratamiento en cuanto a su discusión. Éste hecho le brinda una particularidad compartida al largometraje que delimita las características en cuanto a la capacidad del filme de presentarse como un objeto dispuesto a ser tratado bajo análisis.
La película cuenta la historia de Liza Drake (Emily Blunt), una mujer divorciada que debe no solo cuidarse a sí misma, sino también a su hija en plena etapa de preadolescencia. Liza se gana la vida trabajando como bailarina en un club de striptease. Una noche, conoce a Pete, un visitador médico medianamente estafador que trabaja para vender (y que los médicos receten) un fármaco que tiene la capacidad de alivianar los dolores brindados por el cáncer en un tiempo récord.
Al borde del abismo, Liza empieza a trabajar para la misma compañía que Pete. Su capacidad para vender, convencer, influir y, sobretodo, sus ganas de progresar en la vida, convierten a la protagonista en una excelente mujer de negocios. Mediante el uso de técnicas poco éticas, tanto ella como la empresa crecen a pasos gigantes. Sin embargo, El negocio del dolor no se deja llevar por el reconocido dicho de el fin justifica los medios. Son justamente las formas de negociar las que ponen constantemente en peligro el desarrollo de la historia.
Emily Blunt lleva a cabo un trabajo fenomenal como personaje principal. Siendo Liza la conductora de la historia, Blunt destaca constantemente en cada escena de una manera casi natural. Ésto le permite la construcción de un personaje lo suficientemente importante y pesado como para convertirse en un objeto único que delimita cada parte de su propia historia. El hecho de que el largometraje esté basado en hechos reales aporta mucha significación a un filme que, como su protagonista, parece no tener techo.
CONCLUSIÓN
El negocio del dolor es una película entretenida, guiada por una protagonista súmamente interesante y una dirección dinámica y efectiva. Sin embargo, no deja de ser otro producto de plataforma, llevado a cabo para su consumo rápido, eficaz y olvidable. Ésto último es lo que más tiene peso en la película, su incapacidad para resaltar de demás producciones y de una linea marcada y delimitada por, simplemente, empresas. Sumado a esto, el filme peca de su rapidez en una historia que, posiblemente, lleve más tiempo y otro ritmo más adecuado para ser contada.

FICHA TÉCNICA
Pain Hustlers (2023). Dirección: David Yates. Guion: Wells Tower. Fotografía: George Richmond. Música: James Newton Howard, Michael Dean Parsons. Elenco: Emily Blunt, Chris Evans, Catherine O’Hara, Andy García, Chloe Coleman, Brian d’Arcy James, Jay Duplass, entre otros. Duración: 122 minutos. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: Buena.