¿Para qué escribir sobre cine?
¿Por qué?
Posiblemente la respuesta me la dio el director de Vodka (se vio en Bafici 2023) Tomás Guiñazú, en una extensa conversación: “si no existiera la crítica que nos devuelve sensaciones e ideas a los realizadores, perdería sentido hacer películas”.
Entonces escribiríamos para darle sentido al proceso mismo del hacer.
¿Será por eso que escribo de cine entre tantas otras cosas que pasan en las noticias?
¿Será que escribimos por razones vinculadas a lo emocional, a lo que el escritor español Javier Cercas esbozó en su frase del Soldado de Salamina?: “El héroe no puede no ir donde es indispensable”. En todo caso, a Flores de Fuego (Hana-bi su título real) la vi solo, en la pantalla enorme del Cine Gaumont, época mitad de los noventas y salí sin entender mucho.
Alerta Spoiler (no leer si no se desea saber elementos de la trama): Un policía insensible corporizado por Kitano, tiene a su mujer enferma de algo grave, a su compañero de patrulla en una silla de ruedas y debe lidiar, además con una pandilla de delincuentes de Tokio.
Ahora bien, contar esto, es lo mismo que decir nada.
Resumir en una idea algo que es una experiencia vital carece de sentido.
Flores de Fuego anda por los lados de las emociones complejas. Todo arranca con el trabajo sonoro de la película, con la sentimental banda de sonido de Joe Isaishi que como diría el sensei Fabian, es “¡Descomunal!”.
La banda de sonido, pude darme el gusto de escucharla muchas veces, y te pone en un estado anímico acorde con la bucólica expresión del protagonista, con su sequedad y su misterio.
La película es la sonrisa fría de Kitano, elíptica y misteriosa. Takeshi es la película y la película es Takeshi.
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Resulta todo de una belleza única.
Los encuadres del director y actor resultan precisos, el ritmo algo lento con tono onírico y la sensación que estamos viendo algo que se escapa, que huye hacia adelante mientras lo contemplamos, que no podemos domesticar.
Flores de fuego, no pretende ser explicada ni entendida del todo, con la fuerza de la poesía puede ser muchas cosas a la vez, y por supuesto, ¿Debe trabajar el cerebro del espectador y agregarle su impronta personal obligatoriamente?
Ni siquiera sé si me gustó, pero sí es seguro que tal como la persona que me la recomendó a esta película no la olvidé.
Quien me la recomendó, fue una chica de pelo negrísimo y ojos azules grandes, que usaba remera roja de Mano Negra y quien durante aquel 1997 permitió me acerque al misterio. Tan hierático como este policía silencioso y violento de la película, tan melancólico como las melodías crepusculares de Joe Isaishi.

El héroe no puede no ir.
A quien le gusta el cine, no puede olvidar algunas películas.
¿Para qué escribir sobre cine? ¿Por qué?
¿Será como dice la letra de Andrés?
De cada viaje traer el equipaje perdido, y decidir nunca olvidar, nunca olvidar
La escena indeleble: Un pintor ciego, se pone con su bastidor y las temperas frente al océano inmenso, a pintar lo que escucha, el viento en la cara, las olas explotando contra la arena. A lo Dave Gahan, en el videoclip de Enjoy the silence, lo que se ve en esa escena es una mujer de seis ojos de Picasso, esa belleza que ven solo los genios.