Como lo expresa el nombre de esta nueva sección, escribiré acerca de películas que pocos valoraron en su momento, que parecen olvidadas y que deben contener, como mínimo, una escena de esas que no se puede olvidar.
En este mes de agosto, el turno será de La quietud (2018) de Pablo Trapero. Septiembre le tocará al The Neon Demon de N. Winding Refn, octubre al El Niño, de los Hermanos Dardenne. Para noviembre y diciembre, incierto aún.
Pablo Trapero llamó la atención con Mundo Grúa, una aguda reflexión sobre un trabajador, en blanco y negro, que ganó el BAFICI. Después osciló entre películas con mayor y menor renombre. Para mí, su más lograda es la subvalorada (pese a ser actuada por Ricardo Darín) Carancho, de 2015.
Siento que poco importa hablar o escribir sobre sensaciones cuando todo pasa tan rápido, tan veloz.
¿Porque escribimos sobre películas que nos gustaron?
¿Para qué?
¿Para quién?
En La quietud casi nada es lo que parece, partiendo desde el título. Parece apacible aquella estancia que tiembla en los cimientos todo el tiempo que dura la narración.
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El concepto es ese, que lo que se ve por fuera, no es ni de cerca lo que hay dentro; Las apariencias son peligrosas. «La quietud» es el nombre de la casa de campo enorme y lujosa que esconde numerosos secretos, demasiados, crueles y otros más cercanos al amor. Esta casa de campo, metáfora de la Argentina como país aún a medio definir pasarán muchas cosas y será uno de los escenarios relevantes donde transcurrirá la película. El otro será el auto que maneja Mía (Martina Guzmán) en numerosas escenas (la que abre la película sin ir más lejos). Se hablará de París, habrá tomas de la Autopista 25 de mayo y otras de algún juzgado o escribanía, pero todo lo esencial pasará en la estancia.
Para Trapero, la casa de campo será el espacio vital en donde chocarán los personajes contra sus miserias y sus grandezas también. El título avisa algo, que «la quietud» tan deseada, será inaccesible. Cada personaje solo está quieto por fuera, por dentro es lava ardiendo, con verdades que deben salir a flote por las buenas o por las malas.
Bien construida el lazo emocional entre las hermanas (tal vez son un personaje único, en tanto tienen tatuado dos peces en las muñecas -mismo diseño ambas- se parecen físicamente al extremo, y hasta el detalle de la patente del auto manejado por Eugenia es en lo numérico 454, para indicar esta “cosa siamesa” con recursos visuales).
También resultó lograda la adoración al padre averiado por parte de Eugenia, en contraste con la pésima relación con su madre, personaje de la alta sociedad compuesto por Graciela Borges. La segunda línea que quiera salir a la luz en todo el relato y solo alcanzará la luz sobre el final, es la oscura vinculación del padre de familia enfermo escribano, con la dictadura militar argentina y con las propiedades de quienes resultaron víctimas del terrorismo de estado. Estos dramas de familia, a su vez estarán interconectadas con celos, traiciones e infidelidades.
La fotografía es cuidada y la música apropiada, con canciones francesas o románticas en los momentos justos, el montaje lleva buen ritmo para una historia tan densa y cargada. Por este deseo valiente de enfrentar la que venga, supongo hay tantos espejos, tantas tomas de personajes frente a su reflejo.
Esta la película más valiente del director, toma riesgos innecesarios en su honesta búsqueda de ir hacia lo que hay debajo de la alfombra en la argentinidad, eso que hay detrás de las postales de la Boca o del Obelisco y que podemos intuir que es, pero no sabríamos como verlo, porque todavía estamos frente al espejo como sociedad.
LA ESCENA INDELEBLE: Entre las hermanas hay una gran confianza, una intimidad total. El director la plasma en sueños eróticos compartidos, una narra y la otra escucha detalles, acostadas una al lado de la otra; Se satisfacen simultáneamente cada una así misma, pero al unísono. Una escena de varios minutos, sin apuros, llena de complicidad y a la que las actrices le ponen toda la atmósfera que requiere, filmada con discreción y potencia, increíblemente valiente Trapero.