El director Cris Tapia Marchiori encendió el Bafici con Gatillero, una historia cruda y en tiempo real.
Las luces se apagan. Las expectativas suben. En el marco del BAFICI, Gatillero protagoniza la pantalla del Gaumont con una sala llena, pero eufórica que queda en silencio cuando la película empieza. Pablo “El Galgo” (Sergio Podeley) es el centro de este escenario oscuro, donde el barrio de Isla Maciel pertenece a los narcos y no a los vecinos. Recién salido de la cárcel, vuelve a las calles donde acapara toda atención con un robo improvisado. Como resultado, se reencuentra con Nanu (Mariano Torre) y Lalo (Matías Desiderio) quienes le recomiendan volver a ejercer su oficio: ser gatillero. Pero esto también significa responder a las órdenes de “La Madrina” (Julieta Diaz), la líder del barrio. “El Galgo” acepta, no tiene nada que perder ¿o sí? Sin embargo, apenas vuelve a agachar la cabeza y disparar tiros por encargo, el caos se desata. El propio barrio lo traiciona. Su única salida es esconderse entre las sombras y esquivar los tiros. Y pasarse para el bando contrario.
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“El Galgo” salta las paredes de Isla Maciel, apunta con su arma y se refugia en el merendero de Nilda (Susana Varela), una figura maternal que le aconseja no enfrentarse a sus enemigos. Sin embargo, por primera vez, Pablo está solo. Tiene que entregarse a su instinto y desconfiar de todo aquel que se le cruce. Tiene que actuar, no esperar porque el barrio no perdona ni hace excepciones.
Después de una hora y veinte minutos de adrenalina, Gatillero llega a su fin con una dedicatoria que moviliza a la sala: “A los que me dio el barrio, la calle y la vida. A los que están y a los que no”. El espectador está agotado, pero exaltado. ¿Acaso se trata del nacimiento de una nueva obra maestra nacional? Tal vez es algo que aún no se puede saber con seguridad, pero el público no puede parar de aplaudir. El BAFICI es testigo de un antes y un después.
“¿Cómo hubiese sido la vida de esta persona si no hubiera muerto?”, después de la proyección, Cris Tapia Marchiori reflexionó sobre el origen de su nueva película. Gatillero nace de una pregunta hipotética que se hace en relación a un conocido que mató la policía. El director considera que tiene mucho para contar sobre el universo de los barrios, ya que transitó estos espacios. Esta es una de ellas, que, a diferencia de la realidad, le da lugar a la reivindicación de un personaje que tiene la oportunidad de hacer algo distinto. “El Galgo” no se resigna ante el panorama que no apunta a su favor, sino que decide tomar las riendas de Isla Maciel.
Gatillero sorprendió en el BAFICI, ya que está en constante movimiento no únicamente por el clima tenso que maneja sino también porque está filmada en un plano secuencia. Esta decisión narrativa alimenta la intensidad de la trama. Acá no hay lugar para las pausas. ¿Quién dijo que el barrio te puede dar un respiro?
“Hay momentos de la película que los veo y me vuelve el dolor de espalda. O me acuerdo de las sombras, porque cuando uno hace cámara, tiene que tener cuidado de no hacer sombra”, contó el director, quien destaca el duro trabajo de filmación. Tardaron aproximadamente dos meses en ensayar la coreografía tanto delante y detrás de cámara.
En el mismo plano secuencia hay otros planos superpuestos, pero son muy pocos. Hacer una sola toma no podría haber sido posible porque las armas que se utilizaron no disparaban y tenía que generar ese efecto. Aun así, estos trucos detrás de la manga no quedan en evidencia. “Sé que empuje a muchas personas hasta el límite máximo, incluyéndome a mí. Si no lo hacíamos así, no lo podíamos lograr”, Cris Tapia Marchiori hace hincapié en la exigencia que se necesitaba en este proyecto, que nació de la fantasía de filmar una película en plano secuencia. Después de concretar su deseo, junto a Clara Ambrosoni escribieron un guion que se pudiera adaptar al tiempo real. “Tuvimos que romper la manera que nosotros conocíamos de cómo hacer cine”.
El director confiesa que, en La noche más fría, su ópera prima, intentó hacer una escena en plano secuencia que terminó eliminado porque consideró que había sido “la peor de la historia”. Aunque no se sentía calificado para filmar de esta manera, lo hizo. A veces, lo único que se necesita es una segunda oportunidad.
Gatillero estuvo recientemente en Cinequest, el festival que tiene lugar en California, Estados Unidos. Y ahora se dirige al Festival Internacional de Cinema Fantástico de Porto Alegre (FANTASPOA) en Brasil, para luego retomar su camino por Estados Unidos, con el Festival Internacional de Cine de Dallas (DIFF). Sin embargo, al primero que le enviaron la película fue al BAFICI, donde, sin dudas, dejó su huella. “Nosotros convivimos con esta película hace mucho, pero al mismo tiempo nació hoy. Ahora empieza realmente su camino”, cuenta con emoción el productor Pablo Udenio. Después de llenar sala en sus tres funciones en el festival porteño y formar parte de la Competencia Internacional, tendrá su estreno comercial a mitad de año.
En tiempos de recortes culturales, Gatillero presentada en el BAFICI es un recordatorio de que el cine argentino es capaz de desafiar las leyes del séptimo arte y superar todo tipo de expectativas. Al igual que toda obra maestra nacional, esta experiencia cinematográfica merece la inmensidad de la pantalla grande.