El responsable de película como ‘Undine’ y ‘Afire’, vuelve a trabajar en una película con Paula Beer. La cinta fue vista por nosotros en el NYFF63.
En la nueva película del director alemán Christian Perzold el pasado y presente chocan para sanar una profunda herida de una familia destruida por una muerte. Mientras el verde de neon traía de vuelta a la vida a Madeleine en Vertigo de Alfred Hitchcock, en Miroirs No. 3 la hermosa luz natural captada bajo el lente de Hans Fromm, hace en varias ocasiones lo mismo con el perfecto de Paula Beer.
La cinta sigue a Laura (Paula Beer), una estudiante de piano que de entrada muestra signos de no pertenecer en el mismo mundo de sus pares. Luego de una discusión con su novio tras querer regresar a casa a pesar de haber viajado hacia las afuera de Berlín, un accidente de auto cambia su vida. Su pareja muere y ella, de alguna manera milagrosa, sale totalmente ilesa. Es rescatada por Betty (Barbara Auer), una señora que vive sola en una casa de campo donde se dio el accidente.
Lejos de querer volver a la ciudad, Laura se autoinvita a quedarse en la casa de Betty. Hay algo en ella y en su hogar que le da la paz que está necesitando. Rápidamente ambas mujeres caen en la rutina del día a día del campo. Incluso, el esposo de Betty y su hijo, quienes no viven en el mismo lugar se suman a las actividades de las chicas. Gradualmente vemos como Laura pasa a reemplazar una pieza faltante de esta familia.
Petzold se toma su tiempo en ofrecer a la audiencia ser testigos de la resurrección de un personaje, esa que empieza cuando Laura se despierta en la cama luego del accidente y tiene al frente manzanas cortadas y dos termos que dicen café y té, como si fuera un bebe que está aprendiendo a leer, hasta llegar a la realidad de la adultez cuando descubre la verdad detrás de esta familia. Una construcción y montaje que vive a la par de la pieza musical de Maurice Ravel que hace honor el título de la película.
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Miroirs No. 3 no será una innovación dentro del cine de Christian Petzold pero no deja de ser otro logro cinematográfico de un director que mantiene los tiempos del misterio a un ritmo elegante y lento que prepara al espectador a recibir un golpe emocional por más predecible que sea. Heredero por elección del cine de Èric Rohmer, Petzold juega este psicodrama con un pulso en el que se permite ser gracioso, agresivo y compasivo con sus personajes en varios pasajes de la película mientras que los fantasmas y los traumas de esta familia salen a flote.
3.5/5 = Buena
Esta crítica forma parte de nuestra cobertura al 63rd New York Film Festival