Descubrí las mejores películas de Agnès Varda, una directora clave del cine mundial. De la Nouvelle Vague al documental, una guía esencial para conocer su filmografía.
Agnès Varda fue una de las grandes visionarias del séptimo arte. Su cine, a medio camino entre la ficción, el documental y la poesía visual, dejó una huella profunda en generaciones de cineastas. Directora clave de la Nouvelle Vague, fotógrafa, artista visual y activista feminista, Varda rompió moldes con una sensibilidad única. En esta nota, te recomendamos algunas de las mejores películas de Agnès Varda, desde sus obras más icónicas hasta verdaderas joyas escondidas de su filmografía.
Para empezar, tenemos una propuesta en blanco y negro con una protagonista a la cual seguimos en tiempo real y que debe enfrentarse a una espera interminable. Dentro de 2 horas se sabrá el resultado de una biopsia que podría confirmar que tiene cáncer. Vamos a acompañar a Cléo en este viaje emocional y existencial mientras camina por las calles de París frente a un destino incierto.
Si hay algo que caracteriza a esta directora es su preferencia sobre la mirada femenina y regalarnos personajes profundos. Además, Varda durante esta época formó parte del famoso movimiento Nouvelle Vague donde se prioriza el uso de cámara en mano, locaciones reales, una mezcla de documental y ficción. Siendo este último punto muy importante a lo largo de la filmografía de la directora.
Ahora nos encontramos con una película que supo desafiar las convenciones del cine romántico. Agnès Varda pone en jaque los pensamientos sobre el amor, la felicidad y la moralidad. La historia sigue a François, un joven que vive una vida perfecta con su esposa Thérèse, y sus dos hijos pequeños en un pequeño pueblo francés Todo indicaría que son la familia perfecta y cuentan con la vida perfecta, pero no todo es lo que parece. Esta perfección idílica se rompe cuando François conoce a Émilie, una mujer joven con la que comienza una aventura amorosa, sin pensar en las consecuencias que eso puede traer a su vida.
Varda plantea preguntas sobre la fidelidad, el egoísmo masculino y el rol de la mujer en las relaciones tradicionales. Una historia profunda y que trae al debate sobre el amor que las historias del cine (y la vida) nos presentan como perfectas.
Si hablamos de películas con un gran impacto sobre lo femenino sin dudas no podía faltar esta obra de la directora donde confirma más que nunca su lucha feminista y al mismo toma una posición política contundente. Pero, sobre todo, Una canta, la otra no es una historia profunda e íntima sobre las mujeres y la amistad.
La película narra la amistad de dos mujeres a lo largo de varios años, en pleno auge del movimiento feminista en Francia (y el mundo). Aunque, ambas mujeres toman caminos muy diferentes, sus vidas estarán unidas mediante encuentros, cartas y el afecto que ambas se tienen. La película toca temas que para la época eran medios tabú pero que hoy son actuales sin dudas. El derecho al aborto, la maternidad, la sororidad y el rol de la mujer más allá de ser esposa y madre. Varda deja en claro su posición sobre las mujeres y se celebra que lo haga.
Quizás, la obra de Varda con mayor reconocimiento en cuanto a la crítica y festivales. Sin techo ni ley le valió el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia. Una historia cruda y dura que no pierde para nada la visión de la directora. La película empieza con un hecho fatal, la muerte de una joven vagabunda en una zanja. De allí en adelante vamos a descubrir los últimos días de esta joven mediante entrevistas a personas que la conocieron. En este punto la Varda retoma uno de sus puntos más destacados de su cine, la mezcla de la ficción y el documental para recrear y entender los últimos momentos con vida de la protagonista.
|Te podría interesar: Marlon Brando: sus 10 papeles más icónicos en el cine
La película indaga sobre la marginalidad, la libertad y el juicio social que recae sobre quienes viven al margen. Cruda, honesta y profundamente humana.
Para empezar la sección de documentales, abrimos con Daguerréotypes una de las propuestas más íntimas de Varda, y una pieza fundamental dentro de su filmografía. En esta propuesta la directora retrata los comercios de Rue Daguerre, en el distrito 14 de París, lugar donde Varda vivió durante muchos años. Decide darles lugar a aquellas personas de la cotidianidad: los panaderos, peluqueros, carniceros y comerciantes de su barrio. Mediante su cámara se propone observar su trabajo y entrevistarlos. Varda le pregunta sobre sus orígenes, sus sueños y sus rutinas. Les da un lugar de importancia que no tenían, generando así una especie de magia en lo cotidiano, un punto en común con sus propuestas de aquí en adelante.
Por último, su título juega con dos cosas: primero, alude a la Rue Daguerre, la calle de París donde se filmó este documental y las personas que en ella habitan. Y, por otro lado, hace referencia a los daguerrotipos, las primeras fotografías que existieron. Es así como se refuerza la idea de retrato y conservación de lo cotidiano.
Entrando en el nuevo milenio Varda se decidió involucrar más en el género del documental y nos regaló una propuesta única. Una obra profundamente personal, política y poética donde la directora reflexiona sobre la pobreza, el arte y el paso del tiempo. En esta ocasión Agnès Varda toma como punto de partida la figura del ‘espigador’, es decir, la persona que se encarga de recoger lo que queda tras la cosecha: granos, papas, frutas. Si a esa figura la traemos al presente se puede comparar con aquellas personas que recolectan lo que la sociedad desecha: comida tirada en mercados, objetos en la calle, electrodomésticos etc.
Varda toma su cámara digital y recorre Francia para entrevistar a los espigadores modernos: personas sin techos, artistas que reciclan materiales, trabajadores agrícolas entre otros. La directora también se percibe como una espigadora, ya que ella se encarga de recolectar imágenes, historias y personas y mostrarlas al mundo. Darle una nueva vida a eso que ya existía.
Caras y lugares fue el último trabajo de Varda antes de morir y es una carta de amor hacia el arte, las personas y la memoria. Esta propuesta está codirigida junto a JR un artista urbano francés con el cual Varda comparte una amistad y entendimiento sobre el arte que traspasa la pantalla. Ambos recorren pueblos y zonas rurales de Francia en una camioneta. A lo largo del trayecto se cruzan lugares olvidados y allí conversan con sus habitantes para transformar esos lugares olvidados en obras de arte a admirar. Al mismo tiempo toman fotografías de estas personas que serán expuestos en otros lugares como muros, casas, estructuras industriales. El objetivo de ambos es resignificar ambos elementos las personas y los lugares. Volver a encontrar lo bello en lo cotidiano y olvidado.
Es muy significativo que este documental sea el último de su filmografía. Pareciera ser que Varda nos está pidiendo que no dejemos de lado el arte, la conexión con el otro y la memoria.
Ver películas de Agnès Varda es entrar en un mundo donde lo íntimo se vuelve universal, donde el arte es una herramienta de lucha y donde la mirada femenina es protagonista. Su legado cinematográfico es diverso, accesible y profundamente humano. Ya sea en sus ficciones o en sus documentales, Varda nos invita a mirar el mundo con más empatía, sensibilidad y compromiso.