Es realmente fascinante dar cuenta que la carrera de David Cronenberg es una de las más importantes a nivel cultural. Trascender las barreras del cine desde su debut como director no es un mérito que se debe dejar pasar. Desde sus trabajos más tempranos, el cineasta supo romper una fórmula establecida y proponer un nuevo cine (o una nueva carne). Es esto lo que caracteriza la filmografía de uno de los más grandes directores vivos.
Desde Shivers (1975), su debut en una película no experimental, David Cronenberg impuso una nueva forma de narrar. Un estilo que identifique cada parte del cuerpo de los seres humanos como independientes. Alejado de las normas implícitas, el director supo ver y explotar un nuevo género que sería funtamental para su carrera. Sus siguientes trabajos como Rabid (1977), The Brood (1979), Scanners (1981) y The Fly (1986) son una clara muestra de que algo nuevo se estaba gestando.
Sin embargo, existe una película que trasciende los límites de lo hoy considerado «de culto». Explota el body-horror, explora las relaciones de poder, los medios de comunicación, la pornografía, las adicciones y el sexo como nunca antes una película lo había hecho. Se trata de una de sus obras maestras, Videodrome (1983).
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La fascinación por los cuerpos


Resulta disruptiva la actitud de David Cronenberg hacia lo que se narra en pantalla y lo que no. Previamente, la industria cinematográfica llegó a ser tan conservadora que hasta a día de hoy resuenan las críticas al inhodoro que muestra Alfred Hitchcock en Psycho (1960). Cronenberg fue uno de los grandes impulsores del quiebre de una fórmula que se gestó en un Hollywood que, con mucha suerte, aceptaba un largo beso entre dos actores.
David Cronenberg fue de la gesta que renovó lo que se mostraba en pantalla. La emergencia del Nuevo Hollywood y la reinvención del terror con la aparición de los nuevos géneros (gore, slasher, giallo) también ayudaron a la inédita forma de narrar y consumir. Por lo tanto, se trató de una mezcla de acontecimientos que derivaron en cierta libertad para que el cineasta pueda realizar Videodrome (1983).
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La película cuenta la historia de Max Renn (James Woods), un administrador de un canal televisivo especializado en el entretenimiento para adultos. En la búsqueda de una renovación de sus contenidos, aparece en la sala de transmisiones una señal pirata que superaba los límites de la pornografía. Era una grabación sádica, donde mujeres eran llevadas a un espacio cerrado para ser torturadas con todo tipo de artimañas.
La pronta fascinación de Max lo lleva a bautizar esta serie de videos bajo el nombre de «videodrome», e intentar a toda costa transmitirlo en su canal. En el camino, se encuentra con una locutora de radio dispuesta a explorar su sexualidad, un teórico de los medios de comunicación y una gigantesca red de sadismo y conspiración. Al body-horror recurrente se le suma, por lo tanto, un estudio sobre las teorías de la comunicación.
Es esto lo que hace a Videodrome (1983) una película por demás de inteligente. No se trata, simplemente, de mostrar en pantalla atrocidades que llevan al extremo la sexualidad humana, sino también una preocupación sobre las formas de consumo y las posibles adicciones. Es una de las películas más completas de David Cronenberg y que demuestra su gran capacidad para narrar y para su uso de los efectos prácticos.
¿Cómo se hizo Videodrome (1983)?


Extrañamente, el recibimiento de Videodrome (1983) como estreno fue todo lo contrario a cuando se realizó. Scanners (1981) le había abierto a Cronenberg posibilidades de llevar a cabo negociaciones de producción junto a la compañía encargada de su previa película. Sumado a eso, un proyecto del gobierno de Canadá también se puso manos a la obra, y más todavía con la llegada de uno de los grandes: Universal.
El punto de partida del guion de Videodrome (1983) era la historia de un hombre obsesionado con una señal pirata que aparecía en su transmisor. De allí surgen las ideas de la nueva carne y de cómo los medios de comunicación ejercen poder sobre las masas para su oportuno control. No le fue difícil a Cronenberg recaudar todo lo necesario para empezar el rodaje de su nueva película, ya que pometía ser un excelente thriller de ciencia ficción (que lo fue).
El rodaje de la película llevó consigo un sinfín de efectos prácticos que consolidaron la firma autoral de David Cronenberg. Cada vez más alejado de las nuevas tecnologías en el cine, el cineasta perfeccionaba cada vez más las transformaciones físicas en sus largometrajes. Videodrome (1983) no fue la excepción: el arma que se mezcla con la mano, la explosión de vísceras del televisor, la reproductora de VHS que aparece en el abdómen, todos ellos efectos prácticos.
¿El resultado? Una de las más grandes películas de ciencia ficción. David Cronenberg pudo haberse dedicado al gore sin sentido, pero su talento lo llevó a explorar inquietudes de todo ser humano. Su interés por los cuerpos y sus transformaciones permitió que sea capaz de darle pesadillas a su público, como también de cautivarlo con una historia inteligente y ágil. No es fácil hacer una obra maestra, a menos que tu apellido sea Cronenberg.