Todos hasta cierto punto consideramos que llevamos una vida normal, pero algo o alguien puede poner a tesis nuestra cotidianidad y arrojarnos otro resultado. Rojo habla de la complicidad social, del «sé, pero miro hacia otro lado», o del «si salimos ganando ambos, todo bien». Un thriller psicológico que expone las cantidades y diferentes miserias que tiene el ser humano.
La película está escrita y dirigida por Benjamín Naishtat (El Movimiento) y protagonizada por Darío Grandinetti. Bajo el lema de «pueblo chico, infierno grande», está ambientada en la controversial Argentina de 1975. Transcurre mayormente en la provincia de Buenos Aires.
El film en si es una crítica social vista desde el panorama que vivía el país en esa época. El gobierno de Isabel Perón está en sus ultimas, la triple A está operando y se viene el golpe de estado. Literalmente, la última frase que escucha el doctor Claudio Morán (Grandinetti), es «parece que se viene el golpe». La historia esta llena de sub-tramas que solo sirven para mostrar la decadencia de la sociedad. Algunas de ellas cierran su arco y otras solo funcionan como muestra.
Por ejemplo, todo empieza con una plano completo de una casa donde se ve que salen personas con cosas, está siendo saqueada. Por dos minutos vemos gente salir, y un hogar desgarrado internamente. Una excusa para mostrarnos el deterioro moral que hay en la sociedad cuando se les presenta una oportunidad de tener algo de manera sencilla.
Por otro lado, hay escenas que a primera vista no aportan nada, hasta que analizamos el doble sentido. Ejemplo, cuando Claudio y su esposa, interpretada por Andrea Frigerio, van a un show de magia. El mago, en un acto desaparece a una chica del publico, pero la primera vez que intenta traerla de vuelta no lo logra. «No se rían, no se rían, desapareció». Un claro gancho a la costilla a los que callaban y preferían hacerse los ciego en aquellos años.
Sin embargo, lo mejor de Rojo es la dirección de Naishtat. Rescata y hace honor a los policiales y thrillers de suspenso de los 60 y 70. Juega con los planos y los acercamientos de una manera que va con el tono de la película. En sí, la historia ya está escrita. Es la cámara la que nos cuenta, desde su punto de vista personal, la trama.
Muchas veces vemos películas que están plagadas de tomas y planos complicados o «innovadores», pero a las 2 horas de salir del cine no recordamos nada, y eso es porque los movimientos solo están ahí para hacer todo mas bonito, no para contar algo. Y eso es básicamente humo.
Rojo, lamentablemente, no es un film para todo el mundo. Lo que sí es claro es que es un salto exponencial en el cine argentino, y es sin duda, la mejor dirección de este año.