Las Siamesas de Paula Hernández aborda la tormentosa relación madre-hija entre Clota y Stella cuando se encaminan a un destino final que irrumpirá con todo lo que conocen. A través de una narración visual asfixiante, la película nos adelanta un devenir trágico.
Las Siamesas (2020) Dirección: Paula Hernández . Guion: Paula Hernández, Leonel D’Agostino. Elenco: Rita Cortese, Valeria Lois, Sergio Prina. Producción: Juan Pablo Miller, Paula Hernández. Fotografía: Iván Gierasinchuk. Montaje: Rosario Suárez. Sonido: Leandro Catriel Vildosola. Música: Ulises Conti. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: Buena.
Basada en una adaptación libre del cuento de Guillermo Saccomanno, Las Siamesas mantiene el vínculo entre sus personajes y el derrotero del viaje desde Junín hasta Costa Bonita, con el motivo de ver los departamentos heredados del padre tras su muerte. Pero Hernández retoma el concepto de la maternidad y la familia como un espacio tenso y conflictivo que empleó en Los Sonámbulos (2019). Rita Cortese y Valeria Lois interpretan a Clota y Stella, el dúo de madre e hija, con un humor suave que pasa sin freno a la toxicidad, como si del amor al odio hay un paso y viceversa. Desde el inicio es visible como es la hija quien se encarga de su madre, haciendo que la relación se de vuelta, haciendo indistinguible la línea entre ser madre y hacer de madre.
Stella está estancada en el pasado con una personalidad aniñada y sometida, visible en su vestimenta rosada y su maquillaje típico de adolescentes de los ‘80. Parece estar atrapada, sin poder salir cuando en las primeras escenas la muestran enjaulada debido a la luz que atraviesa por las persianas americanas, o cuando después de una discusión se queda con la mirada perdida en un cartel que dice salida de emergencia. Necesita huir y ve en los departamentos una oportunidad pero al confesar sus planes de abrir una peluquería, el batallón maternal abre fuego. La madre pasa a ser una niña que hace berrinche, sin aceptar el futuro. Esto sucede en diferentes escenas, en especial cuando no ve a su hija, tornándose paranoica e histérica. Cortese se luce como una señora cruel y manipuladora a la que es capaz de perdonarle todo por su avanzada enfermedad, aunque sea por lástima.
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Las siamesas, biológicamente hablando, están unidas por alguna parte de su cuerpo, pero al tratar de separarlos solo uno puede sobrevivir. No fue al azar el título elegido. Luego de pasar cuarenta años juntas era sabido que terminarían mimetizándose en cuanto apariencias, pero que también serían dependientes entre ellas. Si toman caminos distintos, alguna no aguantaría esa decisión por lo que prefieren no decir lo que sienten y arrepentirse, antes que enfrentar la realidad.
La cámara y la fotografía aportan fuerza a la narración. Con el juego de perfiles o encuadres se muestra que son la mitad de la misma persona, casi como un espejismo. Cuando Stella explota emocionalmente es crucial la utilización de planos cerrados combinado con las luces del micro. Ahí se denota la pérdida de cordura de la madre. Con una sonrisa maliciosa le dice “y llora, llora Stellita” para luego transformarse en confusión y culpa, mientras la cámara la sigue. Es incómoda, sofocante pero muy real.
Afuera cae una tormenta interminable y adentro del micro se avecina otra. En Lluvia (2008), otra obra de la directora, se utiliza al clima como una alegoría a los problemas de los protagonistas. La inestabilidad está a punto de desmoronar los restos de una relación agrietada. El espacio pequeño y claustrofóbico empeora todo y hacen que sus personalidades choquen sin parar. Con la llegada del quiebre, es la lluvia la que domina la escena.
Al final, Stella se encuentra en el departamento sola. Decide abrir la puerta e ir hacia el mar. Atrás quedó la tempestad, dejando a su paso un sinfín de posibilidades. Mientras tanto, suena de fondo una sinfonía similar a la que abre la película de Lars von Tier, Dancer in the dark, en la que una madre termina sacrificándose por su hijo.