Pocos gestos más universales que la tragedia para recordarnos que, en lo esencial, no hay distinciones. La vida es tan impredecible como frágil. Puede cambiar en un segundo, borrando de un plumazo la diferencia entre reyes, estrellas de Hollywood, políticos o ciudadanos comunes. Todos compartimos la misma vulnerabilidad ante lo inesperado. Es fácil pensar en figuras que lo tuvieron todo y, en una vuelta del destino, lo perdieron. Pero entre todas esas historias, hay una que resuena con especial fuerza: Christopher Reeve. El actor que conquistó al mundo con su sonrisa, su carisma, su inteligencia y, claro, por ser el rostro de uno de los personajes más icónicos del cine de superhéroe. En 1978 se calzó la super capa roja y miles de personas fueron testigos del Superman que haría historia en los libros de cine. El pasado 10 de octubre se cumplieron 20 años desde aquella vez que el actor falleció y como si fuera poco, luego de unas semanas a modo de conmemoración se estrena el documental Super/Man: La historia de Christopher Reeve.
Este logrado documental es una ventana hacia las distintas capas que hicieron a Christopher Reeve, la de hijo, actor, deportista, padre, ausente y luego comprometido, la de filántropo, la de esposo, todo untado en una interesante estructura coral. El film acerca diferentes testimonios que abordan distintas partes de su vida desde su círculo más íntimo, sus tres hijos y su hermano, hasta actores renombrados de Hollywood de que quienes habían brotado amistades honestas, como Susan Sarandon, Whoopie Goldberg, Glenn Close a Jeff Daniels.
Mientras recorremos la vida de Christopher Reeve. La figura de un hombre de acero acapara la pantalla, la que evoca el mito de Superman. Esta imagen no solo cristaliza la icónica metáfora del superhéroe, sino que traza una simetría profunda entre los desafíos que Reeve enfrentó a lo largo de su vida. Obstáculos que lo desestabilizaron y, a la vez, lo fortalecieron. El cuerpo de acero comienza a quebrarse, y los matices de la kryptonita simbolizan las vulnerabilidades humanas que, irónicamente, lo acercan aún más a su alter ego. Sin embargo, lo que realmente se deconstruye es la noción misma de heroísmo. El documental no solo narra la vida de interprete como un símbolo de fortaleza, sino como un ser humano cuya mayor hazaña fue reponerse ante la adversidad. Reflejando el verdadero poder detrás de la capa: la capacidad de levantarse una y otra vez.
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Con una mirada empática y detallada, el documental de Ian Bonhôte y Peter Ettedgui reconstruye todos los eventos alrededor de aquel 27 de mayo de 1995 cuando la superestrella neoyorquina se accidentó del caballo en una carrera hípica quedando tetrapléjico. Una de las partes más destacadas del documental es su paso como actor dedicado en Broadway donde forjó una de las amistades más lindas, más desinteresadas y honestas que ese entorno puede haber sido testigo como la que fue con Robin Williams. Cada vez que veía como esas dos personalidades tan distintas se complementaban y se ayudaban, me inundaba tristeza saber que ya no están en este plano.

El documental revela también el lado más doloroso de Christopher Reeve, su compleja relación con su padre, un hombre para quien nada parecía ser suficiente. Este entorno familiar quebrado dejó huellas que se manifestaron en los vínculos con los hijos de su primera pareja. Sin embargo, a medida que avanza el relato, se puede observar un proceso de sanación. Sus hijos comienzan a comprender de dónde venía su padre y cómo, después del accidente, Reeve experimentó una transformación profunda. Aprendió el verdadero valor de las relaciones humanas, enfocándose en la escucha y el compromiso.
Este compromiso también lo llevó a encabezar la lucha por los derechos de las personas con parálisis. Una batalla que trascendió el ámbito personal y se extendió al plano político. Uno de los grandes aciertos del documental es mostrar cómo Reeve comprendió que para lograr cambios reales en el sistema de salud, la intervención del Estado era crucial. Sin importar el partido político en el poder, el actor se enfrentó a los líderes para mejorar la calidad de vida de millones.
Este retrato exhaustivo no solo nos muestra a Reeve como un actor de renombre, sino como un activista incansable. Un hombre real cuyo legado vale la pena recordar y homenajear. Hay un epílogo muy triste en donde vemos que Will, el hijo menor, pierde a su padre, luego a su abuela y luego a su madre, Dana en un lapso de 18 meses. Dana es la mujer que lo dio todo por Christopher, fue quien salvó el espíritu de Reeve con la poderosa frase «sigues siendo tú y te quiero igual». Es que, si empecé hablando de la tragedia como el gesto universal sin dudas, el amor incondicional es la kryptonita que desarma cualquier adversidad. Es ese amor incondicional el que sostiene, sana y se convierte en el legado más heroico que nos deja esta historia.
