Oxígeno es una película que fue escrita antes de la pandemia y filmada durante ella. A su modo, toca temas actuales como el aislamiento y la incertidumbre hacia el futuro inmediato. Se trata de una historia minimalista con un ambiente hostil y asfixiante, quizás no apto para claustrofóbicos, que logra alcanzar en el espectador un nivel alto de frustración parecido al de su protagonista. El film, distribuido por Netflix, es quizás la demostración (excelente o aceptable) de que se puede hacer cine durante la situación sanitaria que vivimos.
Oxígeno (Oxygène). Dirección: Alexandre Aja. Elenco: Mélanie Laurent, Malik Zidi y la voz de Mathieu Amalric. Guion: Christie LeBlanc. Fotografía: Maxime Alexandre. Edición: Stéphane Roche. Música: Rob. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: Muy buena.
Una mujer, interpretada por Mélanie Laurent (Inglourious Basterds, Beginners), despierta en lo que parece ser una cámara criogénica. No solo se encuentra atrapada y sin forma de salir, además, no recuerda quién es. Su nombre, identidad e incluso su propio aspecto es desconocido por ella. Se encuentra totalmente sola, hasta que, a su favor (o no) aparece la voz de M.I.L.O (Medical Interface Liaison Operator) una especie de HAL de 2001: Odisea del espacio, bajo la voz del querido Mathieu Amalric, que en tono amable la podrá guiar durante todo momento. A todo esto al despertarse descubre que cuenta con un 33% de oxigeno, por ende, tiene poco menos de 70 minutos para sobrevivir. Bajo esta primicia debe descubrir que está pasando y porque ha despertado.
Alexandre Aja logró su salto a Hollywood tras el éxito de su segundo film Alta tensión (2003) con el que fue galardonado en el Festival de Cine de Sitges. Lo que le permitió dirigir el remake del clásico de Wes Craven, Despertar del diablo (2006). Tras eso, siempre dedicado al cine de terror, estuvo al mando de proyectos regulares como Mirrors, Piranha 3D, Horns, entre otros. Hasta que en el 2019 (aquel ya lejano pero añorado año para el cine) estrenó Crawl, mejor conocida como Infierno Bajo el Agua, una de las mejores películas del género y, una de las favoritas de Quentin Tarantino, de ese año. En Oxígeno, Aja explora nuevamente la idea del personaje vs el espacio. En Crawl se trataba de una lucha constante contra un cocodrilo en una casa, mientras que en este film la batalla es contra el oxigeno en un espacio muy reducido.
El solo hecho de mencionar que géneros comparte esta película haría caer en el spoiler al espectador, por eso no hay mucho más que decir. ¿Dónde está? ¿Quién es? ¿Por qué despertó? Y muchas preguntas más, deberán ser respondidas en el camino. El film cuenta con giros esperados e inesperados que terminan funcionando. Aja se aprovecha de este recorrido de un solo personaje para tratar de manipular nuestra mente y cuestionarnos la realidad de lo que sucede en pantalla. Esto es en gran parte gracias a Mélanie Laurent, quién realiza un total y autentico tour-de-force. Si debemos definir su actuación, creo que es noble y correcto decir que es la actriz vive una constante persecución, casi como cuando la perseguía el Coronel Landa.
El director logra en todo momento crear un ambiente asfixiante por la posición de la cámara dentro del espacio. Siempre enfocándose en el cuerpo de nuestra protagonista. Incluso, en los momentos de más tensión, la cámara con giros en su mismo eje, logra un efecto desorientador. Ahora, lo más agradable es quizás su escena final, sin caer en spoilers, recomiendo el ejercicio de distinguir el lente que usa para filmar y distinguir su significado en la trama.
Es correcto hacer una mención especial al guion de Christie LeBlanc, quién se toma su momento para cuestionar algunas cosas sobre la tecnología y experimentación que valen pena pensar. Oxígeno demuestra que para hacer que una película traslade a los espectadores a la pantalla, no es necesario tantos efectos y explosiones. Una verdadera lástima no poder sucumbir ante semejante clima hostil en una sala de cine con la pantalla más grande.