En el buen cine, un exorcismo es mucho más que una simple herramienta temática para movilizar la trama. Se trata de un lavado psicológico. El demonio que entra en un cuerpo lo hace porque el último suele encontrarse en un estado de vulnerabilidad. Traumas del pasado, tristezas profundas y una vulnerabilidad extrema son solo algunas de las debilidades de carácter que llaman la atención de los espíritus malignos. Consecuentemente, el momento en el que estos demonios se purgan también representa la refundación de la vida y el abandono de los sentires negativos que confinaban al exorcizado en cuestión, incluso mucho antes de ser poseído. Para llevar a cabo el procedimiento, se necesita un exorcista con entereza. Alguien que puede tener dudas, pero que no se deje intimidar a la hora de enfrentarse con el mal.
En El Exorcismo del Demonio, éstos factores se invierten y crean una historia sumamente original. Para empezar, la víctima del exorcismo no es un cuerpo a recuperar, sino un cuerpo muerto, por lo que las expectativas típicas del género (salvar al exorcizado de la muerte) no están. Se trata de Rubin Litvak, un hombre que sobrevivió al holocausto. Según las normas de la comunidad judía a la que pertenecía, su cuerpo difunto debe someterse a una vigilia asistida por un shomer. En otras palabras, un custodio debe velar su cuerpo hasta su sepultura y protegerlo de cualquier mal terrenal o espiritual.
Este custodio es Yakov Ronen, una persona que acepta oficiar de shomer por la plata más que por la convicción y que, debido a los males paranormales que plagan la casa del difunto, tendrá que considerar investirse en el rol de exorcista para escapar. El problema es que Yakov no es, como dijimos, una persona caracterizada por su entereza. Él es tan vulnerable como el cuerpo desprotegido de Rubin, y sus temores lo convierten en la presa fácil de los entes que debe combatir.
El Exorcismo del Demonio es una gran victoria para el terror psicológico. También acierta enormemente en materia de terror visual: los jumpscares originales, los movimientos de cámara, la ambientación de los espacios, una paleta de colores mortificante, la sonorización crepitante y más. Pero la verdadera apuesta interesante es que todos estos elementos están puestos al servicio de mostrarnos la psicología del protagonista. Es decir, lo verdaderamente terrorífico es como sus miedos se proyectan en la realidad, y sirven de combustible para los entes malignos que lo acechan.
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Se trata de una película claustrofóbica y difícil de olvidar. La maldad de la casa en la que el protagonista cuida al fallecido expande al infinito sus propios límites. Su poder excede las cuatro paredes que la conforman, y no le deja lugar donde esconderse ni al protagonista ni al espectador. Así, juega constantemente con las culpas y rencores más ocultos de su víctima, haciéndolos tangibles. Y, como nosotros vemos a través de sus ojos, nos encontramos constantemente confundidos ante la basculación entre lo paranormal y el engaño visual. Además, se suma la presencia de la viuda del fallecido, una mujer que conoce los secretos oscuros de su esposo y no hace esfuerzo alguno por ocultarlos o resentirlos.
El Exorcismo del Demonio le da un soplo de aire fresco al subgénero de los exorcismos. Altera los roles normativos de exorcista y exorcizado, y los rellena con nuevas concepciones que los hacen más humanos y, por ende, mucho más cercanos y terroríficos. Jamás deja de lado su obligación para con el terror crudo, pero se concentra con sumo detalle en inspeccionar a fondo la psicología de las heridas abiertas por las que el ente maligno se cuela, tanto en el caso del protagonista, el fallecido, su viuda y la casa misma.
FICHA TÉCNICA
El Exorcismo del Demonio (2023). Dirección y guion: Keith Thomas. Fotografía: Zach Kuperstein. Música: Michael Yezerski. Elenco: Dave Davis, Menashe Lustig, Malky Goldman, Lynn Cohen, Fred Melamed. Duración: 88 minutos. Nuestra opinion: Muy buena.