

Si algo ha movido los cimientos de la sociedad española en los últimos tiempos, sin lugar a dudas, han sido todos los casos de corrupción que han ido sacudiéndonos día tras día en todos nuestros informativos y periódicos. Nadie parecía escapar de una lacra peligrosa, y desde luego, altamente común entre los españoles.
Los políticos (de todos los colores e ideologías), la realeza, los personajes públicos… todos ellos parecían enmarañados y mezclados en tramas cuanto menos sospechosas.
Y de eso va este maravilloso filme. De la corrupción; de la española, más concretamente. De algo tan intrínseco que parece que va en nuestros genes. El director nos escupe en la cara un relato donde nos deja ver las miserias humanas, de todo lo bajo que puede llegar el ser humano por llegar al poder y por mantenerlo.
También nos muestra cómo la sociedad va permitiendo pequeñas flaquezas humanas, hasta verlas corrientes y normales. No hay ningún tipo de reflexión ni de autocrítica en los políticos sobre sus actos. Se deben exigir responsabilidades. Los ciudadanos de cualquier país deben exigir a sus mandatarios honorabilidad, responsabilidad y desde luego, transparencia y juego limpio.
No puede haber unas interpretaciones más maravillosas. Como siempre, Antonio de la Torre está espectacular. Realiza una interpretación bestial, dejándose la piel en un papel que le exigía eso, verdad. No hay que olvidarse de todos los secundarios que lo arropan, creando un elenco que refleja con verosimilitud esa mediocridad de la clase política (en este caso, la española).
Por destacar a dos intérpretes de todos los secundarios, nombraré a Bárbara Lennie, que desarrolla un papel de periodista arribista que es absorbida también por el poder; y a Luis Zahera, cuyo personaje refleja la bajeza de la clase empresarial, y cómo todo se mueve por el señor dinero.
Cómo ven, es altamente recomendable. Un ejercicio de reflexión para todos. Porque todos tenemos la culpa de que corra en nuestras vidas diarias esa lacra llamada corrupción, y todos podemos hacer algo (en mayor o menor medida) para empezar a detenerla.