‘La casa del dragón’, análisis del episodio 6 de la temporada 2: ‘Smallfolk’

Publicado el July 22, 2024 por Mery Linares
Crítica

Llegó el sexto episodio de la segunda temporada de ‘La casa del dragón’ titulado ‘Smallfolk’. Esto fue lo que nos pareció.

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‘La casa del dragón’, análisis del episodio 6 de la temporada 2: ‘Smallfolk’

Estamos a dos episodios del final y si hay algo que nos enseñó el mundo de Juego de Tronos es que los antepenúltimos episodios pueden ser aún más estimulantes que el mismo fin. Y ante esa mantra que nos concede su antecesora, el nuevo episodio de La casa del dragón, «Smallfolk» lo confirma. Finalmente, las piezas del tablero comienzan a moverse con rapidez en un capítulo envuelto de crispas, sermones, ceremonias, levantamientos, dragones, pero sobre todo del poder de las mujeres alzándose juntas. Como así aclaró el showrunner Ryan Condal en varias entrevistas en la antesala de esta segunda temporada; «Es una historia de mujeres y seguirá siendo hasta el final«.

Este sexto episodio está dirigido por Andirj Parekh y él mismo nos explica que en esta oportunidad la cámara rodea constantemente a los personajes para dar la sensación de que este mundo gira muy lentamente con esta batalla entre los Negros y los Verdes. Así es como el episodio arranca con la cruda frialdad y racionalidad del príncipe regente Aemond quien a diferencia de Aegon no deja que se filtre un milímetro de manipulación por parte del Consejo y hasta es capaz de echar a su propia madre Alicent Hightower y mandarla a hacer tareas domésticas. Ahora más que nunca Alicent se ve enredada en las telarañas del patriarcado que ebulliciona en la Fortaleza Roja.

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Pero la apatía de Aemond crece cuando vemos que es capaz de continuar metiendo el dedo en la llaga con tal de erradicar a su propio hermano y descubrimos lo que siempre estuvo latente, el deseo de enfrentar a su tío Daemon. No quedan dudas de la psicología de este personaje, un frío y calculador gobernante cuya sed de poder está latente, se siente en cada paso, en cada palabra, pero sobretodo que es capaz de darle la espalda a su pueblo, un pueblo que cada día es dominado por la hambruna de las calles.

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En cuanto a Alicent es increíble como la culpa la va carcomiendo y esta madre va cayendo en la cuenta de que solo ha criado cuervos y como dice el dicho, «cría cuervos y te sacarán los ojos’«aunque no en vano la historia va tejiendo contraposiciones y ante la impiedad de Aemond, parece que está la bondad de un tercer hijo de Alicent, Daeron, que según las palabras del hermano de Alicent «He is kind«. Si hay algo que caracteriza a esta serie es que siempre va sembrando presagios, así que hay que prestar atención a este detalle. Ante la ida de Cole a Harrenhal, la ausencia de Otto, y la espalda del pueblo, son señales de que veremos en el próximo episodio a una reina viuda ahogándose en soledad.

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Pero ahora nos mudemos al Consejo Negro que ya tiene su nuevo Mano del Rey, Corlys y Rhaenyra que desde su manera de vestirse y una trenza aún más robusta generan una imagen de una reina más recia y como diría Mysaria le queda muy bien. La reina legítima demuestra su habilidad para diseñar estrategias, incluso si implican sacrificios como la democratización de jinetes. En la ceremonia de Steffon Darklyn para montar a Bruma, que culmina en tragedia, vemos que Rhaenyra puede soportar la muerte por una cuestión de fe. «Ojalá los dioses nos acompañen».

Ahora si nos trasladamos unos minutos a Harrenhal donde seguimos percibiendo los tormentos de Daemon, el jinete que siempre pareció libre e impenetrable, lo vemos finalmente sumido en rumiaciones y visiones que lo aprisionan. Aunque por momentos se ve estancado, este arco es cautivado, mostrando cómo la sangre de dragón se torna más humana. La sed de redimir su pasado no tiene escapatoria, y esto nos lleva a encontrarnos con personajes que siempre son un placer ver. Si hace unos episodios atrás era la joven Rhaenyra, ahora es nada más ni nada menos que Viserys I, interpretado por el gran Paddy Considine que en estas apariciones busca el perdón de su impertinente hermano.

Todas estas visiones penetran en Daemon que parece dudar de por qué alguna vez quiso la corona. Alys, esta figura misteriosa tanto para Daemon como para la audiencia, lo intercepta una vez más y se mete en sus pensamientos y le explica que muchas veces la corona recae en quienes menos la desean y nunca deja de ser un gran peso que acarrear.

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Y si a Daemon le atormenta su pasado y su sed por poseer la corona, del otro lado tenemos a Rhaenyra afligida por el mundo de hombresEl Consejo y su propio hijo cuestionan su capacidad y presionan por la presencia de Daemon. Sin embargo, ¿quién iba a decir que el consuelo vendría de Mysaria? Y déjenme decirles, esta es la mejor parte. Ver a estas dos mujeres abrazarse con palabras de consuelo y sentido entendimiento, sin dinámicas, complotando juntas para llegar a donde la aristocracia siempre le cuesta entender: el corazón de la plebe. Como titula el episodio, «Smallfolk», ahí es donde se encuentra la respuesta o ¿acaso el Dragón Bruma lo comprueba con su nuevo jinete?