Dirigido por Geeta Vasant Patel y escrito por David Hancock, el tercer episodio de la segunda temporada de La casa del dragón comienza con un enfrentamiento entre los Bracken y los Blackwood, conocido como el nombre que titula el episodio ‘The Burning Mill’. Estas casas enemigas desde siempre son otro ejemplo de conflicto generacional arraigado. Esta escena nos ubica tanto geográficamente como históricamente, preparando el terreno para que comprendamos por qué tanto los Negros como los Verdes se dirigirán a esas tierras en busca de los ejércitos más grandes de las Tierras de los Ríos.

En este enfrentamiento, hay un corte brusco hacia el resultado, donde podemos observar un campo minado de sangre y cuerpos. El efecto es tajante y nos plantea cómo será el ritmo del episodio: dinámico y acertado. Claramente, el showrunner de esta temporada está centrando el espíritu del conflicto en el simbolismo más que en la acción misma. El plano detalle de la espada en el cuerpo de los caídos subraya que la guerra ya está sucediendo, las tierras se tiñen de rojo mientras los consejos continúan confabulando cuál es el camino a seguir.
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Y del registro de un campo de batalla fúnebre, saltamos a todo lo opuesto.Un diálogo entre Rhaenyra y la Princesa Rhaenys, dos mujeres que luchan por resistir en un mundo dominado por hombres, donde la sed de levantar espadas, desatar llamas y derramar sangre prevalece.‘No hay guerra más despreciada por los dioses que aquella entre familia. Y ninguna más sangrienta que una guerra entre dragones’, palabras sabias que brotan de la princesa y que se implantará como una semilla en los pensamientos de Rhaenyra durante todo el episodio. ¿Será el camino realmente enfrentar a Alicent Hightower a solas, mirarse a los ojos, cada una sostenida por su resiliencia y dolor, y terminar este malentendido de una vez?
La respuesta es que el episodio va cimentando ese deseo en Rhaenyra. Y cuando finalmente decide perseguir el consejo de su tía, la misión sigilosa de arribar en Desembarco del Rey y encontrarse con Alicent es uno de los grandes momentos de tensión y dramatismo que uno busca ver en televisión. Rhaenyra logra este cometido de la mano de Mysaria ya que este episodio se podría decir que está tejido en un tapiz de hermanamiento femenino. El encuentro entre ‘las reinas’ demuestra una vez más la química indiscutida que hay entre estas dos actrices Olivia Cooke y Emma D’Arcy y que ambas logran añadir a sus personajes una naturalidad convincente que también es toda la autenticidad que uno quiere ver en televisión. Aunque cada una sostiene su verdad, Alicent cree que Aegon es a quien se refería Viserys mientras que Rhaenyra quiere aclarar sobre la “Canción de Hielo y Fuego», todo resulta en vano. La guerra entre los Verdes y los Negros es tan inevitable como el cambio de estaciones en Poniente.
Pero mientras la guerra brota y las mujeres tallan en troncos sus verdades, los hombres parecen estar más débiles que un tallo. En este episodio, vemos por primera vez a Sir Criston Cole como Mano del Rey, y notamos su incomodidad al asumir este rol. Las miradas en el reino son como dagas que atraviesan su orgullo. Sabemos que Cole carece de habilidad política y que su verdadero talento reside en el campo de batalla, por lo que insiste al Consejo Verde que actúe de inmediato.

Pero Cole no es el único hombre que parece estar incómodo en su traje, Aegon pareciera estar cada vez más débil de estrategias y necesita armarse y convencerse. La escena de él mirándose al espejo con la armadura de Valyrio de Aegon El Conquistador cristaliza este símbolo de necio y temerario.
Pero mi escena favorita de todo el episodio es cuando nos mudamos a Harrenhal de la mano de un Daemon que busca redención. Esta escena tiene toques sobrenaturales y fantasmagóricos que hacen de la noche una pesadilla espeluznante con una fotografía clara y punzante, un manejo de tensión, otra vez uno de los mejores momentos para una buena dosis de TV. Con un cameo de Milly Alcock que se agradece y la aparición de un personaje de Alys Rivers, que como es todo en este mundo, sabemos que son presagios para prestar atención. Con un aura siniestro y gótico, vemos que el Targaryen no solo está hecho de fuego sino también las espinas lo atraviesan y los remordimientos lo carcomen, una escena totalmente irresistible.

Y si hablamos de presagios, en este episodio conocemos a otro Targaryen, un tabernero que dice ser nieto del Rey Jaehaerys. Es hijo de Baelon el Valiente, hermano bastardo de Daemon y Viserys I, y tío de Rhaenyra, y como se encripta esta serie, sabemos que este cruce hay que tenerlo en el radar.
Así es como en The Burning Mill mientras la guerra brota, hay todavía vástagos de vulnerabilidad, hermandad, humanidad, maternidad y redención. El episodio 3 de la segunda temporada de La Casa del Dragón está entrelazado de todo eso que hace tan irresistible a este mundo: castillos góticos desmoronados, campos de batalla macabros, sueños fantasmagóricos, emocionantes persecuciones de dragones, personajes nuevos, pero sobre todo es encrucijada entre paz y guerra.