Llegó a la plataforma de Max la adaptación de ‘Como agua para chocolate’. La historia que enamoró a latinoamérica, vuelve a adaptarse, pero esta vez en formato serie.
Como agua para chocolate no solo es un clásico de la literatura latinoamericana, sino del cine también. Recordemos que la novela fue escrita por la mexicana Laura Esquivel en el año 1988, convirtiéndose en un gran éxito rápidamente. Con traducciones en más de 30 idiomas era evidente que su adaptación no tardaría y es así como en 1992 llegaría a los cines. Hoy, después de más de 30 años, vuelve a la pantalla, esta vez de la mano del Max. Salma Hayek oficia como productora en esta nueva versión.
Max, últimamente está apostando a producciones latinoamericanas de gran calidad. Recordemos que hace unas pocas semanas hablamos sobre la serie de Ciudad de Dios, la producción brasileña que apostó por continuar una de las historias más representativas y de gran reconocimiento a nivel mundial. Hoy le toca México ser el centro de atención, en una producción que no tiene nada que envidiarles a sus compatriotas estadounidenses.
Como agua para chocolate forma parte del realismo mágico, género literario representativo de la región. Historias donde la realidad se mezcla con elementos mágicos en un mundo donde es percibido como normal. Un gran libro exponente de este género es 100 años de soledad del gran Gabriel Garcia Marquez o Pedro Páramo de Juan Rulfo. Ambas con adaptaciones próximas a estrenarse en otra plataforma de streaming: Netflix. En el caso de la primera será una serie, mientras que la historia de Rulfo será una película. Pedro Páramo tuvo su estreno en el Festival de Toronto y esta semana llega a la plataforma.
Pero volviendo a la serie que nos reúne en este momento, Como agua para chocolate es una historia de amor, donde la opresión y el rol de la mujer no son tomados con ligereza, sino todo lo contrario. Una adaptación donde vemos a Tita más fuerte que en su versión anterior, pero sin perder la delicadeza y la belleza que tanto la caracteriza. Para aquellos que no conozcan la historia que nos ha regalado Esquivel, es la siguiente:
Tita es una joven, que desde que nació, está ligada a la cocina. Su nacimiento fue mágico y único. Su madre la dio a luz en la mesada de la cocina en medio de un mar de lágrimas que inundaron dicho lugar. En ese instante fue bendecida (o maldecida) con depositar, en cada comida que prepare, sus sentimientos, como si se tratara de un ingrediente más. Además, Tita es la hija menor y por tradición, no puede casarse ni formar una familia, ya que debe cuidar a su madre hasta el día de muerte. Es por eso que su amor por Pedro, el hombre que ama, se verá frustrado.
En esta nueva adaptación, el género mágico se ve reflejado en pantalla mediante lo visual. Su paleta de colores es invadida por tonos azules, naranjas y verdes, junto a una iluminación cálida, vívida que nos hace sentir parte de los sentimientos y recetas de Tita. Muy diferente a la adaptación de Alfonso Arau, donde los tonos tierra y ocre eran los dominantes. En esta oportunidad sus directores Julián de Tavira y Analorena Perezríos se tomaron esta libertad que termina jugando a favor. En cuanto a la historia de amor entre Tita y Pedro se les da un poco más de tiempo para desarrollarse. Aunque sí, el flechazo es instantáneo, vemos como ese amor se construye con pequeños momentos, miradas y comidas de por medio.
Hablando de comida, las escenas de Tita cocinando están plasmadas con una delicadeza y cuidado que emociona. No solo con el uso de planos muy cerrados o detalle haciendo énfasis en los ingredientes y su manejo, sino que el sonido también está muy presente. El ruido del cuchillo al cortar sobre la tabla, las frituras, el agua hirviendo o simplemente el sonido al abrir un frasco son protagonistas. Esto hace, no solo que queramos estar presentes con ella en esa cocina, sino probar cada plato que realiza.
Cómo dijimos anteriormente, las construcciones de la relación de Tita y Pedro se va cocinando a lo largo del capítulo. Pero hay un momento clave y que sin dudas hace referencia a una historia que gran parte de nosotros hemos visto: Orgullo y Prejuicio. Tita y Pedro asisten a un baile, a Tita se le prohíbe bailar, ya que su hermana Rosaura, al ser la mayor, es la única autorizada a hacerlo. Nuestra protagonista desobedece las reglas y ante la pregunta de Pedro acepta. Ambos bailan en la sala como si fueran los únicos en el lugar, porque así se sienten los dos. Solo importan ellos, el resto no existe. Es así como los planos van alternándose entre la pareja sola, en medio del salón de baile y la pareja entre la multitud de la fiesta. Sin dudas no podemos pensar en otra cosa que en la adaptación de Orgullo y Prejuicio de Joe Wright, aunque también es un recurso que utiliza en Anna Karenina con Keira Knightley y Aaron Taylor Johnson.
Para ir cerrando, Debo decir que me alegra muchísimo ver como historias tan nuestras se les está dando oportunidad en las nuevas plataformas, porque si hay algo que nos regalan estas historias es a no olvidar nuestros orígenes, nuestra cultura. Como agua para chocolate muestra mucho de la cultura mexicana, no solo mediante la comida que, sí es protagonista, sino mediante sus paisajes y el poder capturar un momento tan importante en la historia mexicana, como la revolución de principio de siglo XX. Esperemos que domingo a domingo vayamos probando y deleitándonos con esta historia porque, por ahora, el primer bocado fue exquisito.