La serie ‘Too Much’ de Lena Dunham combina comedia romántica e intimidad emocional. ¿Todavía hay lugar para el amor en tiempos modernos?
Estamos en un momento complicado para la comedia romántica. Un género del que hoy solo parece quedar la silueta, mientras muchas películas se desvían hacia el drama o hacia la comedia vacía. Pero, esto no sucede porque sea un género menor. Al contrario: si pensamos de dónde viene, la screwball comedy es una de las mejores cosas que le pasó al Hollywood clásico. Lo que ocurre es que estamos en un mundo difícil, un mundo donde abrazar la fantasía romántica se hace complejo entre el ghosting, el miedo al compromiso, la irresponsabilidad emocional y los vínculos líquidos que habitan las calles.
Además, el género parece chocar con la idea de “mujer independiente”. Como si hubiera una tensión irresuelta entre el deseo de ser libres y el deseo de ser amadas. Pero la crisis no es solo filosófica: también es formal. Porque las rom-coms que hoy logran conectar con la crítica y el público, lo hacen desde otro formato: la serie. Tal vez, en este mundo sobre explicado necesitamos más tiempo con los personajes, comprender sus mundos, sus traumas, sus anhelos, antes de sumarnos a su fantasía.
Lo vimos el año pasado con Nobody Wants This (Netflix, con Kristen Bell y Adam Brody), ya con segunda temporada en camino. Y ahora llega Too Much, de Lena Dunham (Girls) y Luis Felber, también en formato de serie, también inspirada en las vidas de sus creadores. Este detalle no es menor: ambas series logran, dentro de la fantasía romántica, una intimidad y unos diálogos que se sienten verdaderos.
Aunque algunos dirán que Too Much podría haber sido una película, pero su formato de diez episodios le da el tiempo necesario para acercarnos a su personaje femenino con ese sello tan propio de Dunham: mujeres que no logran encajar en el mundo, que sienten, que fluyen en su neurosis, que tienen inseguridades pero también desean ser amadas. Mujeres que, aunque saben que los hombres no son perfectos, se permiten creer que puede existir uno que sea perfecto para ellas.
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Ahí está la belleza de esta serie, en su elocuencia de cómo captura la transición de una pareja que te hace añicos a otra que te abraza en medio del caos. De hecho, la serie toma todo un episodio para mostrarnos el pasado de nuestra antiheroína y es uno de los mejores porque de «todo ese demasiado» la comprendemos. Logra cristalizar lo más difícil de las relaciones traumáticas. Pero, sobre todo, ese momento de transición donde pasamos de una relación de manipulación y de ser reducidas a menos, a otra en la que no podemos creer la luz que se abre, donde en esa apertura los dos muestran lo más oscuro y roto de sí, y se acompañan a reconstruirse. Ese es el cambio de paradigma: nadie viene a salvarnos, pero podemos intentar sanar juntos. Todo eso se siente y se acompaña y es lo que más vale la pena en Too Much.
Dunham entiende el consuelo que encontramos al mirar películas de época o al obsesionarnos con Jane Austen, mientras fantaseamos con crear un mundo romántico propio, uno que explote como en las películas pero que también nos ayude a entender si ese romance vale la pena en el futuro.
Too Much tiene a una neoyorquina, Jessica (Megan Stalter, perfecta en su rol de antiheroína romántica), que tras romper con su novio viaja a Londres y se encuentra con Félix. Londres, aquí, se convierte en ese escenario que nos invita a obedecer y reescribir las reglas de la comedia romántica. Porque en el mundo de Lena, los personajes siempre cuestan: son extremos, complejos, se contradicen, pero no están lejos de esta época donde abrirse y ser vulnerable es cada vez más difícil.
Además, Too Much nos regala todo lo que amamos ver: un meet cute en un bar, un hombre que te arma un compilado musical, una boda caótica, un desencuentro doloroso o a Jessica gritando “¡Wujuu, soy Julia Roberts, baby!” mientras camina por Notting Hill. Pero, más allá del encanto del cliché, hay algo más profundo: la historia se anima a abrazar la simbología de construir una relación después de los treinta, cuando ya no nos enamoramos desde la ingenuidad, sino desde la libertad.
Porque cuando dos personas se encuentran, es como si se conocieran dos países distintos. Cada uno con su idioma, su cultura, sus miedos. Pero cuando deciden construir un país propio, sacando sus luces y sombras, allí nace la belleza que Too Much logra a veces transmitir y lo hace palpable.
Y sí, puede que su final sea “muy de comedia romántica”. Pero Lena Dunham sabe que, a veces, hay que honrar las bases. Como Billy Cristal en Cuando Harry conoció a Sally:
“Cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, quieres que el resto de tu vida comience lo antes posible.”
Porque al final de todo, Too Much nos recuerda que incluso en este mundo caótico y complejo todavía hay lugar para querer amar y ser amadas.