Poder pensar un poco Vol. 2: “Meditaciones de cine”, libro de memorias de Quentin Tarantino

Meditaciones de cine, el libro de tarantino
Llegó a latinoamérica 'Meditaciones de cine' el libro de Quentin Tarantino y Mariano Parnes dedica un analisís a este.
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Meditaciones de cine, el libro de tarantino

Estuve estas últimas semanas leyendo casi todos los días, en el tren que me lleva y trae del trabajo, Meditaciones de cine (Cinema Speculation) el libro escrito por el director de cine estrella, Quentin Tarantino. En el libro, evocó su formación como espectador, ocurrida en la primera infancia. Como sucede en The Fablemans, en donde Steven Spielberg funda su mito original en el choque de trenes que ve de niño en pantalla enorme que lo estremeció por y para siempre. ¿La emoción es algo que debe “devolverse”?

Para Quentin todo nace en las fascinaciones de la infancia, en el gesto de amor de su madre abandonada por el marido que lo lleva al cine a ver películas para adultos y lo escucha analizar en el auto lo visto en aquellos dobles programas de hiperviolencia setentera. Aquellos westerns, policiales crudos y películas blaxplotation visionadas en Los Ángeles son el cuerpo y alma del futuro director de cine.

¿Porqué resultaría interesante leer un libro de memorias de un director? ¿Es sólo para lectores fanáticos de su obra? ¿Las memorias del director pueden ser objeto de valor para gente que no conoce su obra?

Todo narrado desde el humor, los dobles programas repletos de violencia y carga sexual impactaban en las audiencias que recibían aquellos estímulos sin anestesias, expuestas a la radiación sin lentes protectores. Quentin niño, miraba a los espectadores además de ver la pantalla. Eso a los 7 u 8 años, el nene paraba la oreja para escuchar los análisis de los adultos durante las proyecciones, sus risas, sus exclamaciones y así empezar a tratar de procesas la información.

Tarantino en Cannes para hablar de su libro Meditaciones de cine

Algo interesante, es que todo este universo descripto por el libro ya se perdió. No sé si para siempre (yo creo que sí). Ver cine en el cine, compartiendo padres e hijos la experiencia, se ha extraviado. Eso desde el vamos. Que un nene o nena de 7 o 8 años, pudiese ir al cine a ver doble programas de cine de explotación, por muchas razones no es más una posibilidad. Yo llegué a conocer los cines dobles programas (en mi barrio había uno al que concurrí mucho en Avenida San Juan y la calle Alberti).

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Vi cosas como Muchacho lobo y Terror en la ópera juntas, seguidas y en mi mente se yuxtaponían Michael J. Fox con los cuervos come ojos de Darío Argento. En 2023, no existen los padres que lleven a los hijos al cine al cine a ver cosas que no sean superhéroes o cosas de Pixar, ni existen los cines dobles programa, ni existen los cines de barrio que no sean en Shoppings. Incluso, ya no se si existen los padres cinéfilos que tengan ganas de ir a disfrutar lo que es una película, interpretarla, masticar un argumento denso y no solo tener en la boca pochoclo o nachos con cheddar.

Última cuestión por este ratito, por esto de parar para pensar un poco: ¿se «aprende» la pasión o es innata?

La madre Conny, llevó a Quentin en 1969 a ver una película en donde se insultaba, se mataba, se metía un puño dentro de un tórax. Quentin salió fascinado. Dentro del tren, mientras por la ventanilla se veía el otoño del conurbano de la Provincia de Bs As, leyendo el libro de memorias entendí como se originó algo que me tocaría disfrutar muchos años después de 1969; Puntualmente 1995.

La tarde que vimos Pulp Fiction en un cine de la Avenida Cabildo (ahora es un local de venta de ropa llamado Zara) estábamos con mamá, lo recuerdo con claridad. Era el momento en que el día empezaba a anochecer. De Tiempos violentos, tal su nombre local, se hablaba bastante, pero nadie sabía explicar bien porqué. Yo había visto en VHS los Perros de la Calle y mi primera opinión no había sido satisfactoria. Más bien me impactó sin gustarme del todo con su crueldad, sus charcos de sangre.

Pulp Fiction

Sin embargo, esa función de Tiempos violentos resultaría inolvidable. En el momento en que se da lo sobredosis Mia Walace (Umma Thurman) y Vincent Vega la intenta revivir, llevándola a un experto en drogas que le da una inyección, miré a los costados de mi butaca, un señor canoso de anteojos y mi mamá a cada lado, y en la mirada de ellos noté estupor y risas. No podíamos creer lo que estábamos viendo. Toda la sala en el puño de Quentin en la oscuridad. Salimos extasiados. Pocas veces sucedió eso. Una sala de cine entera subyugada.

Solo puede provocar eso, entendí al leer el libro alguien que experimentó el goce cinematográfico y deseaba devolverlo.

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