‘The Rehearsal’: ¿Qué tiene de especial la serie de Nathan Fielder?

Publicado el May 16, 2025 por Mery Linares
Especiales

La segunda temporada de ‘The Rehearsal’ continua con las bizarras e increibles situaciones en las Nathan Fielder se mete.

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‘The Rehearsal’: ¿Qué tiene de especial la serie de Nathan Fielder?

Volvió The Rehearsal, el proyecto descomunal e indefinible del comediante canadiense Nathan Fielder. Todos los domingos, a las 23:30, llega un nuevo episodio por la pantalla de HBO Max. Fielder nos hace reír, pensar y llorar, desafiando toda categoría, desarmando los géneros, proponiendo una filosofía del ensayo como forma de vida. Un falso documental imperdible.

Leí en algún rincón del mar de Internet que The Rehearsal es difícil de explicar, y no podría estar más de acuerdo. Tampoco es sencillo explicar quién es Nathan Fielder, una vez que se lo empieza a seguir. No es solo comediante, guionista o productor. Es un pensador emocional, alguien que, desde la arteria comedia, intenta descifrar los misterios del mundo y de la mente humana y porque no, de la verdad de la existencia. Tal vez, este proyecto, que no roza con ningún género y juega con todos a la vez, es una de las cosas más extrañas e hipnóticas que he visto en los últimos años.

En su primera temporada, The Rehearsal nos mostró un método, casi una cosmovisión: ensayar la vida. Y así elaborar sobre los vínculos y detenerse en los sentimientos. Frente a lo que no podemos enfrentar, Fielder nos ofrece la fantasía de anticipar lo imposible. De repetir hasta encontrar una versión tolerable del futuro. Primero, observamos a un hombre ensayando cómo decirle a su amiga de las noches de trivia que su carrera es una mentira. Luego, conocimos a Ángela, quien ensaya la maternidad como quien se lanza a lo desconocido. El resultado es una experiencia terapéutica, poética, y absurda. Pero no se queda ahí. Él también decide ensayar ser padre. Nuevamente, una terapia televisiva que nunca había vivido. Una meditación sobre los vínculos, los valores que se transmiten, la religión impartida y la herencia de patrones.

Nathan Fielder toma una bebida mientras medita en la segunda temporada de The Rehearsal

El episodio final de esa primera temporada me dejó con lágrimas en los ojos. Fielder, con las uñas pintadas, jugando a ser madre, le dice a su hijo falso que está bien llorar, que está bien sentir, que puede amar y que eso significa confiar en los otros. Pero esas palabras son frágiles. Frágiles como el viento. No era la vida real. Aunque no importa. Es poesía. Es juego. Es absurdo. Es el ensayo mismo. Es Nathan Fielder. Es un género en sí mismo.

Ahora, con la segunda temporada de The Rehearsal, Fielder redobla la apuesta. No solo profundiza en los límites entre lo genuino y lo construido. También se pregunta por el poder de la comedia para decir cosas serias. O aún más, para mover piezas en el tablero de la ciencia y la existencia. Como él mismo dice: “Un payaso puede cambiar el mundo, después de todo”.

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Esta vez, su obsesión gira en torno a los desastres de aviones. O más bien, a la relación entre el capitán y su copiloto. Pero, como todo en Fielder, el avión no es el tema, es la excusa. Lo que se juega es la comunicación, la confianza, el abismo entre dos personas que comparten un destino. En el tercer episodio, titulado El código del piloto, vemos algo completamente nuevo: el intento de caminar los pasos de la vida del capitán Sully —sí, desde la infancia— para habitar su mente. Y como todo episodio de esta serie es una cebolla, siempre se pela una nueva capa. Acá no solo nos va hablar sobre el poder de la música sino de cómo el ambiente nos define.

¿Cómo se hilvanan perros clonados, Evanescence, y el capitán Sully en un solo episodio? «Hay que ver para creer«, dice el refrán.

Nathan Fielder con una pareja que tiene perros clonados.

“En verdad he tratado de tomarme la mente humana muy en serio”, dice Fielder en el tercer episodio. Lo dice con esa cara suya: medio perdida, medio de nada. Esa cara que una ya ve y se ríe, porque así son los grandes del humor: te hacen reír mientras piensan cosas en silencio. Y una, del otro lado, también empieza a tomarse muy en serio lo que Fielder puede lograr con este experimento. Porque si alguien va a intentar cambiar el mundo con un ensayo, con un hijo falso, con obsesiones afiladas sobre aviones, o con una canción cuyo estribillo de 23 segundos puede ayudarte a seguir, seguramente sea él. O al menos, mi mente, y mi mundo, ya cambiaron después de The Rehearsal. Y juro que este artículo no es un ensayo.

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