Crítica de ‘Bo Burnham: Inside’ (Netflix): Lo bello en lo terrible

Bo Burnham: Inside
El segundo especial de comedia de Burnham para Netflix es quizá lo mejor que se ha hecho durante y sobre la pandemia.
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Bo Burnham: Inside

En Esculpir en el tiempo Tarkovsky decía: “Lo terrible está encerrado en lo bello, lo mismo que lo bello en lo terrible. La vida está involucrada en esa contradicción, grandiosa hasta llegar al absurdo. Una contradicción que en el arte aparece como unidad armoniosa y dramática a la vez. La imagen posibilita percibir esa unidad”. En su ‘Inside’ (en Netflix) Bo Burnham convierte su vivencia particular no solo en una imagen de lo absoluto de la experiencia pandémica, sino también en una imagen del estado de la cultura.

Menos de 90 minutos le bastan al comediante, actor, director y cantautor estadounidense –que a los 16 años se hizo popular en YouTube a través de irreverentes números músicales– para conducirnos a una ciclotimia vertiginosa y fragmentada: de la angustia a la carcajada y viceversa a partir de pegadizas canciones, irrisorios gags e introspectivos fragmentos del propio making-of. Todos esos elementos, cargados de un profundo espíritu crítico, confluyen en una obra –catalogada por el propio artista como especial de comedia, pero que resulta en algo mucho más allá de esa nomenclatura– que es personal y a la vez fuertemente social. Muy difícil será que otra pieza artística refleje tan perfecta y matizadamente una era que todavía no hemos terminado de vivir.

‘Inside’ es literal y enteramente de Burnham: dirige, edita, escribe, actúa y musicaliza. Fue grabado a lo largo del 2020, literal y enteramente en una sola habitación. Es también su regreso a la comedia. Su anterior especial, Make Happy (también disponible en Netflix), significó su retiro durante 5 años tras haber sufrido ataques de pánico arriba del escenario. En el entretanto dirigió y escribió su ópera prima: la comedia dramática Eight Grade (2018), producida por A24, que se llevó el elogio de la crítica. El peso de esa experiencia cinematográfica se evidencia en ‘Inside’, tanto por la calidad estética como por la sapiencia con la que logra explorar los temas que le inquietan.

‘Bo Burnham: Inside’. Dirección: Bo Burnham. Guión: Bo Burnham. Elenco: Bo Burnham. Fotografía: Bo Burnham. Música: Bo Burnham. Edición: Bo Burnham. Nuestra opinión: Excelente.

La autoconsciencia de ‘Inside’

Maniatado hasta el hartazgo el análisis del título, igualmente sirve de disparador. Es diáfano el juego de palabras. ‘Inside’ nos lleva de visita al interior del espacio físico de Burnham (la habitación ante la que todos nos sentimos interpelados) y simultáneamente al interior de su psiquis. Digo “simultáneamente” porque se vuelven realmente inseparables. ‘Inside’ es, en su epidermis, una bitácora de viaje entre cuatro paredes; nos sentimos identificados con los altibajos que va sufriendo Burnham durante el confinamiento. En ese sentido, una nota del portal A24 resume: ” [Inside] no se trata de una historia elaborada puesto que no tiene guion y se basa en el día a día de la vida real del artista, es más bien una especie de videoblog (con una muy buena producción)”. En principio, ese resumen comporta verdad. Conociendo las inquietudes experimentales de Burnham, resulta tan sintético y simplista que es aberrante.

‘Inside’ aparenta ser un viaje sin rumbo. Ya en proyecto anteriores Burnham buscaba explorar los límites de la representación: lo meta. “Intento hacer que mi show sea sobre otras cosas, pero siempre termina siendo sobre actuar” decía reflexivamente en Make Happy. En el arte lo meta es –resumido cortito y al pie– una forma narrativa que trata sobre temas del propio arte, especialmente sobre sus mecanismos. Se caracteriza por ser autorreferencial, autorreflexivo y autoconsciente, rompiendo el pacto ficcional que hay con el espectador. Es decir, se desdibujan los límites entre la performance y la realidad.

Es obvio decirlo, pero ‘Inside’ es consciente de sí misma. ‘Inside’ cuenta la historia de ‘Inside’. Es una creación cultural que cuenta la historia de una creación cultural. Pero es una excusa para explorar, en su sentido más profundo, el estado de la cultura. A la inversa de la sinopsis de A24: Burnham construye meticulosamente su bitácora (que no deja por ello de ser genuina) y hay una escaleta que está bien clara: organizar un desorden. Y ello se nos advierte. Todo el tiempo se nos recuerda que estamos ante una performance mediante diversos métodos: con las confesiones directas a cámara, con las tomas de la habitación repleta de cables, con pasajes en que Burnham observa escenas que hemos visto previamente, con el entreacto y hasta el inserto de un “fotograma secreto”.

Por esa metanarratividad es que abjuro de catalogar a ‘Inside’ solo como un mero especial de comedia y como un relato sin guión. Toda esa fina capa está sutilmente al servicio de Burnham para, por un lado, salvaguardarse de críticas externas (porque él mismo se autocritica) y, por otro, para posibilitar un sagaz y crudo diagnóstico de la actual condición humana. Cuando Burnham nos sobreexplica que una megacorporación le está pagando para hacer ‘Inside’, cuando nos explicita su condición de straight white man que pretende cambiar el mundo, se revela esa autoconsciencia del autor y de la obra que, paradójicamente, la hace totalmente sincera. Burnham podría haber hecho, efectivamente, un especial de comedia. Con protocolos, como hicieron muchos otros comediantes, volver a los escenarios. Sin embargo, se la juega por hacer algo distinto.

Todo se traduce en una obra que no quiere ser efímera. Quiere perdurar, quiere ser la imagen de una era pero no por vanidad, sino porque quiere despertar algo y que ese algo se traduzca en acciones concretas.

Con la autoconsciencia de sus contradicciones y desde la experimentación formal (lo técnico), Burnham interpela al espectador soslayando los dos extremos de la perorata moral: el lábil discurso pop filántropo, falazmente empático y profundamente meritocrático, y el estéril discurso intelectualoide, que desde el pedestal ignora con displicencia. Burnham encarna una muy trillada frase pero que le va a la perfección: “destruir el sistema desde adentro”. Y es una idea que ya esbozaba en Make Happy cuando se refiere a la audiencia: “Mi peor problema son ustedes, quiero complacerlos. Pero quiero ser fiel a mí mismo […] Una parte de mí los quiere, una parte de mi los odia. Una parte de mí los necesita, una parte de mí les teme”. La capa metanarrativa, la autoconsciencia de ‘Inside’, contribuye a desnudar el discurso de Burnham para que vislumbremos sus contradicciones, su humanidad.

Todo se traduce en una obra que no quiere ser efímera ni conformista ni caer en la vorágine de la red. Quiere perdurar, quiere ser la imagen de una era, pero no por vanidad, sino porque quiere despertar algo y que ese algo se traduzca en acciones concretas. Incluso Burnham explicita y se mofa de esto en “Comedy”, la segunda canción de ‘Inside’: “Soy un tipo blanco especial. Reflexioné y quiero ser un agente de cambio”. Quizá sea un sobreanálisis, pero ‘Inside’ me parece completamente política (y no en la acepción partidaria del término).

Las canciones de ‘Inside’ ya están disponibles en Spotify (y se agradece).

¿Por qué ‘Inside’ podría ser la imagen de una era?

Otra vez me remito a Tarkovksy: “La imagen artística es siempre un símbolo, que sustituye una cosa por otra. Lo mayor por lo menor”. Burnham, con su bitácora autoconsciente, construye un símbolo de la era pandémica pero también de la era que esta ha exacerbado: la de internet. Incluso, por momentos, la pandemia queda opacada. La inquietud máxima de Burnham (como la de cualquiera que infimamente le preocupe el devenir del mundo) es la influencia de la tecnología en el desenvolvimiento social y en la cultura. Su propia vida personal y artística está moldeada por las nuevas tecnologías: por medio de YouTube construyó su carrera.

Por esa natividad digital es que Burnham logra desde el discurso como desde lo formal transmitir una reflexión tan acertada de lo que vivimos cotidianamente a través de las pantallas. Varios gags ponen esto de relieve: la reacción de la reacción de la reacción, el unboxing, el gameplay stremeado. Burnham toma las nuevas gramáticas de internet, esas convenciones que hemos visto construirse frente a nuestros ojos –el stream, la dinámica del unboxing y la reacción del influencer como faro de opinión– y las destripa. Nos enseña, ironía de por medio, la vacuidad, la hipocresía, la falta de sensibilidad y de actitud crítica de los nuevos formatos.

Por otro lado están los números musicales caracterizados por un gran poder de síntesis. “White Woman’s Instagram” es una hilarante y precisa sátira del cercenamiento de la heterogeneidad en las redes sociales: perfiles que se reproducen como copias platónicas de una vacía idea de perfección. En Make Happy el artista ya apuntalaba algo en ese sentido: “Las redes sociales son la respuesta del mercado a una generación que quiere actuar. El mercado dijo «Tomen, actúen unos para otros, todo el tiempo, sin razón»” .

Burnham toma las nuevas gramáticas de internet, esas convenciones que hemos visto construirse frente a nuestros ojos, y las destripa.

“Welcome to the Internet” pareciera una pieza aparte. Quizá la lectura más contundente de Burnham sobre internet (de hecho fue la primera canción que subió de ‘Inside’ a su canal de YouTube). Predomina una atmósfera opresiva. Lo vemos, en el centro de la escena, con unos lentes oscuros. A su alrededor luces verdes que simulan constelaciones infinitas mientras toca una melodía que es agradable pero a la vez incesante y cada vez más claustrofóbica. La letra ilustra la amplia gama de cosas que suceden y podemos encontrar en internet: desde lo trivial hasta lo más oscuro. Burnham se transforma en el dealer de Internet, ese antro donde hay “un poco de todo, todo el tiempo”.

En un momento la música se detiene y las constelaciones desaparecen. La nostalgia se apodera de la escena y desde su profundo interior Burnham nos cuenta la leyenda de los tiempos en que internet era un nicho. Los tiempos en qué internet era una utopía de emancipación y, a la vez, de unión. Pero, acto seguido, música, luces y una carcajada nefaria irrumpen. Otra vez la infinita rueda del “un poco de todo, todo el tiempo” vuelve a girar.

Bo Burnham: Inside
«Welcome to the Internet»

Es claro que Bo es bastante apocalíptico y escéptico con respecto a nuestra era y al futuro. En un intersticio de los números musicales y acostado entre cables nos suelta: “Últimamente estuve pensado en que, quizás, permitir que las grandes corporaciones de medios digitales explotaran el drama neuroquímico de nuestros hijos para ganar dinero, fue una mala decisión. Quizás reducir toda la experiencia humana subjetiva a un valor de cambio sin vida que no beneficia a nadie, salvo a un puñado de salamandras con ojos altones de Silicon Valley… Quizá adoptar eso como estilo de vida para siempre… no es bueno”. Con todo, Burnham no tira la toalla. La existencia misma de ‘Inside’ es la prueba. Y como decía antes: con todas sus contradicciones, se la juega a desnudarse ideológica, personal y emocionalmente.

Se podrían llenar páginas y páginas sobre la perspicacia de Burnham para leer el hoy o sobre su virtuosidad técnica, humorística y narrativa. Pero esos pilares en sí mismos no son nada. Lo más significativo es que todo ese virtuosismo está a la orden de llegar e interpelar a quien sea si se suelta un rato el celular,

Toda esa fina capa metanarrativa que enriquece a ‘Inside’ está al servicio de la sinceridad de Burnham. Así, los brillantes chistes contrastan con cada cruda toma sobre el proceso de montar el decorado para las canciones o de simplemente confesar ante cámara (más allá de ser premeditado o no). Y se siente tan íntimo e introspectivo como la lectura de una página escrita a puño y letra. Su cumpleaños 30 es un momento umbral: a partir de allí todo se vuelve más angustiante más incómodo y más personal. Burnham, mediante humor, dolor y entrega de sí mismo (física y psicológica), construye una imagen de la pandemia armoniosa y a la vez dramática ante la que cuesta quedarse indiferente. El final es ciertamente esperanzador.

Burnham cumplió 30 confinado y mientras realizaba ‘Inside’.

Se podrían analizar muchos pasajes más de ‘Inside’. Se podrían llenar páginas y páginas sobre la perspicacia de Burnham para leer el hoy o sobre su virtuosidad técnica, humorística y narrativa. Pero esos pilares en sí mismos no son nada. Lo más significativo es que todo ese virtuosismo está a la orden de llegar e interpelar a quien sea si se suelta un rato el celular: artistas o no artistas, con o sin marco teórico, del primer o del tercer mundo. ‘Inside’ es autoconsciente de ser un producto de la era de lo efímero, de la época de la reproductibilidad técnica, como decía Walter Benjamin. Y, sin embargo, apuesta a perdurar, no por egolatría, sino genuinamente para que nos cuestionemos el presente y el futuro. Y lo hace como le hubiera gustado a Benjamin: siendo política.

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