Se estrenó The Idol en HBO Max, la nueva serie de Sam Levinson (Euphoria), protagonizada por Lily-Rose Depp y el debutante como actor y productor Abel Tesfaye, mejor conocido como The Weeknd. Acá te contamos qué nos pareció.
Desde el informe de la revista Rolling Stone en donde se expuso la polémica en torno a su producción y las malas críticas que obtuvo en el Festival de Cannes, la emisión del primer episodio era esperada con curiosidad. Se la acusó de poco impactante y retrógrada por la hipersexualización sin sentido. Pero, ¿qué sucedió en realidad?
De qué trata
Jocelyn (Lily-Rose Depp) es una estrella pop que viene a reinventarse después de una crisis por la muerte de su madre. El lanzamiento de un nuevo álbum y una próxima gira significa el regreso al escenario de la cantante. Sin embargo, no se siente cómoda con su música ni con su entorno, hasta que encuentra a Tedros (The Weeknd), un enigmático hombre que conoce en un club y llama poderosamente su atención.
Primeras impresiones
La serie recién arranca pero ya hay algunas cuestiones para analizar y que, quizás, puedan ser una pista que nos lleve a deducir el curso que tomará esta historia. Como primera impresión, se puede decir que The Idol pretende ser una crítica hacia la explotación de la mujer en la industria, la superficialidad de la fama y el peligro de los excesos. El punto está claro en escenas como en la que muestran cómo se viraliza una fotografía sexual de Joss como pornovenganza o la tensión generada por la presencia de una periodista de la revista Vanity Fair. Pese a que los debates que plantean son relevantes, la ejecución de las ideas no son las mejores.
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En primer lugar, busca denunciar el aprovechamiento del cuerpo femenino como un objeto sexual pero termina utilizando planos y recortes que no solo complacen la mirada masculina sino que refuerzan ese estereotipo: es la idea de la mujer sexy como trofeo de los hombres ricos y poderosos.


Por otro lado, hay una cuestión interesante en relación a reivindicar el erotismo fuera de la vulgaridad. En una secuencia, se hace referencia a Bajos Instintos (Paul Verhoeven, 1992), el clásico thriller en el que Sharon Stone interpretó una de las escenas más eróticas de la historia, y se la usa para plantear que lo sexy no necesariamente debe ser calificado como algo negativo sino que puede ser mucho más: puede ser arte.
No obstante, los desnudos e insinuaciones son como significantes vacíos ya que no logran fuerza en el argumento que buscan defender. Más que una crítica termina siendo una sátira de la sátira, cayendo en lugares comunes que quizás el mundo ya superó. Si bien el panorama no es prometedor, aún quedan cinco episodios por estrenar y (ojalá) hacia el final nos encuentre con las bocas cerradas.