¿Por qué ‘El Eternauta’ funciona? Un sueño cumplido

Publicado el May 3, 2025 por Victor Albornoz
Especiales

El nuevo éxito argentino de Netflix viene a cambiar las reglas del juego para la industria audiovisual argentina. Las claves del fenómeno, diferencias con el cómic original, y más en esta nota.

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¿Por qué ‘El Eternauta’ funciona? Un sueño cumplido

En tiempos de una industria audiovisual argentina que está siendo constantemente vapuleada, atacada y desfinanciada, El Eternauta es un enorme milagro esperado. Una cachetada de realidad a los discursos de turnos que tratan de convencernos a que no podemos hacerlo, o que lo hacemos mal. La serie estrenada en Netflix viene a recordarnos que no solo tenemos la capacidad de hacer ficción de primer nivel, sino que podemos soñarla a una escala nunca antes explorada, con el orgullo a flor de piel.

El mayor desafío que tenía la adaptación del emblemático cómic de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López era su visualidad. Primero es una historia anclada en el género de la ciencia ficción, que proponía una nevada apocalíptica a lo largo de todo Buenos Aires. Segundo, hay una invasión extraterrestre con criaturas, naves, ataques y todo lo esperable. Algo que le daba a la serie un carácter de superproducción y de desafío, porque es algo a lo que nuestra industria no está habituada.

Particularmente, ese era mi mayor miedo al momento de anunciarse este proyecto. En tiempos donde el abuso de las pantallas está dándole a las series y las películas una identidad visual de excesiva artificialidad (algo que está dañando superproducciones mainstreams como, por ejemplo, House Of The Dragon), El Eternauta logra salirse de esa trampa. De la mano del trabajo de FX de los Estudios Cacodelphia, el show de Bruno Stagnaro logra una visualidad que en ningún momento se siente falsa. Más aún, logra que esa visualidad se vuelva la principal virtud de la serie. Porque asombra, sorprende y fascina.

¿Quién no quiere ver paisajes urbanos como la Avenida Cabildo, la General Paz, la Panamericana vueltos espacios apocalípticos de nieve, autos y colectivos de abandonados y criaturas cascarudas? En ese sentido, al paisaje de ciencia ficción infrecuente le suman mucha verdad esos carteles de marcas (seguramente sponsors económicos del proyecto) que se vuelven referencias de realidad y nos recuerdan que, a pesar del apocalipsis, el mundo que conocemos sigue estando ahí.

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Pero El Eternauta funciona, además, por una historia que es pura emoción y entretenimiento. Lo era desde el material original, y la serie lo traduce con creces para el mundo audiovisual. Respeta la esencia y el alma de sus personajes. Conserva el espíritu de memoria y resistencia que el material original proponía. Y aporta novedades que potencian la historia. Mientras que en el comic Juan Salvo parecía ser más EL héroe del relato, en la serie se abandona ese carácter más individual para apoyarse, en todo caso, en una figura de “héroe colectivo”. En el show –y los lemas publicitarios de la campaña de marketing así lo subrayaron también- nadie se salva solo.

Narrativamente a lo largo de sus seis episodios, la serie administra muy bien las sorpresas que el comic planteaba, y que mantienen siempre la historia fresca, adictiva y atrapante. Sin spoilear –un sello de fábrica de esta cuenta– los episodios cinco y seis son particularmente fabulosos por todo lo que cuentan.

Hay diferencias entre el material original y la adaptación, sí. Claro está, esas son las reglas del juego al momento de adaptar un libro al mundo audiovisual. Algunos de esos cambios son simplemente anecdóticos, y no resultan molestos en lo más mínimo; como por ejemplo, el hecho de que el personaje de Martita se llame aquí Clara y que no sea una niña sino una adolescente, o la dinámica familiar de los Salvo, o que la acción principal ya no transcurra en la casa familiar del protagonista, sino en la de Favalli. Otros cambios, sí, son más importantes, y los puristas de las adaptaciones deberán decidir si están a favor o en contra de ellos.

El traslado de la acción desde la década de los cincuenta del cómic a la actualidad, por ejemplo. Que cambia los contextos y sus implicancias. Le saca, por ejemplo, el marco de las guerras y la amenaza nuclear de ese entonces. Y, a cambio, le suma nuevas circunstancias y paisajes. Además, de la modernidad de espacios como shoppings, el más contundente es la inclusión de la guerra de Malvinas como una línea secundaria de la trama. Que le viene a sumar una nueva arista política a una historia que, le pese a quien le pese, siempre fue política. (Y recordemos: el creador del comic Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado y desaparecido en 1977 durante la dictadura militar, luego que sus cuatro hijas también fueran secuestradas y asesinadas).

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Hay otros cambios que sí siento le quitan algo de urgencia al relato. Por ejemplo, en el comic la nevada mortal se siente muchísimo más peligrosa que lo que se reconstruye aquí en la serie. Eran narradas con mucha más paranoia, a tal punto que los personajes, antes de entrar y salir de la casa, eran aspirados en un cuarto intermedio para que ningún copo de nieve se infiltrase hacia el interior. Aquí, incluso, la casa de Favalli está junto a un garaje abierto al exterior, y alcanza simplemente con que los copos de nieve no te toquen de forma directa ni bien caen del cielo, sin contemplar las corrientes de aire que podrían agitarlos a posterioridad. En ese sentido es que la nevada de la serie sí se siente un poco más flexible o laxa que la del material original.

El Eternauta es una superproducción que cambia, para siempre, las reglas del juego audiovisual argentino. Es una apuesta ambiciosa, y ejecutada con excelencia a la altura de su propia ambición. Y sin anticiparnos… no saben todo lo que queda por contar para la inminente temporada dos.