Daniel de la Vega regresa a la pantalla grande con una joya política. La película fue vista por nosotros en el BARS XXVI. Esta es nuestra crítica.

Hay filmes que no buscan reconstruir un hecho histórico, sino insistir sobre la huella que dejó a su paso. Los ojos del abismo, la nueva película de Daniel de la Vega, pertenece a esa línea. Se trata de un relato que toma la Guerra de Malvinas como herida latente. No para explicarla. Al contrario, su búsqueda consiste en explorar el eco de aquel horror que todavía vibra en la memoria colectiva.
En los primeros minutos de la cinta, una mujer despierta a bordo de un buque militar abandonado, rodeada de cadáveres y en un estado absoluto de amnesia respecto de lo sucedido. Quiere ubicarse y nosotros la seguimos en esa intención. En su recorrido, encuentra un casete de Queen, una revista de su concierto en la Argentina y esa infame publicación de Gente que anunciaba “¡Estamos ganando!” en letras amarillas a días del hundimiento del ARA General Belgrano. Los recuerdos perdidos de la protagonista se entrelazan con la lógica pesadillesca del barco, que funciona como una extensión de su mente. Pasillos estrechos, luces rotas y una atmósfera cargada transforman el espacio físico en un laberinto psicológico. Cada rincón parece guardar una verdad que todavía no se anima a revelarse.
Entonces, un grupo de soldados británicos irrumpe en el navío y cambia por completo la dinámica. La violencia colonizadora que ejercen sobre el cuerpo de la protagonista es construida por el director sin perder de vista la dimensión histórica. Los británicos no son antagonistas prototípicos, sino la encarnación de un conflicto que nunca terminó de cerrarse. La agresión que despliegan es física, sí, pero también simbólica: recuerda al silenciamiento, a la manipulación informativa y a esa sensación de orfandad que atravesó al país en 1982. En ese punto, Los ojos del abismo no necesita subrayados; le basta con mostrar un barco congelado en el tiempo para hablar de un pasado que exige ser mirado de frente.
|Te podría interesar: ‘Alpha’, de Julia Ducornau: ignorá el ruido exterior, es extraordinaria
La interpretación de Verónica Intile sostiene cada una de esas capas. Su personaje se mueve entre la furia, la desconexión y una intuición primaria que la obliga a seguir avanzando incluso cuando teme descubrir lo que su memoria sepultó. No es una heroína hecha a medida del género, sino una figura quebrada que pelea en dos frentes: contra los soldados que la rodean y contra las ausencias que la habitan. Su recorrido emocional es, en muchos sentidos, el del país entero.
Lo más potente de Los ojos del abismo reside en su premisa, lectura política, y utilización del cine de género como vehículo para pensar un dolor que sigue reverberando. Lejos de decantarse por su posibilidad escapista, De la Vega elige el terror como forma de contacto directo con aquello que incomoda. Su película demuestra que el fantástico argentino puede dialogar con sus propias cicatrices sin perder identidad, sin solemnidad y sin pedir permiso. En esa decisión estética y emocional se afirma la convicción de que las historias que preferimos no ver regresan igual, convertidas en imágenes que reclaman ser confrontadas.

5/5 = Extraordinaria
Esta película forma parte de nuestra cobertura del BARS XXVI