La nueva película de Guadalupe Yepes, revisita la dictadura civico-militar argentina desde un ángulo poco habitual: el mundo de una mujer rodeada entre el deseo, el horror y la violencia. Esta es nuestra crítica.

Argentina, 1977. Gina, una mujer de clase alta que intenta quedar embarazada, vive junto a su esposo Carlos, un empresario con fuertes vínculos con el Ejército. En medio de una cotidianidad marcada por las apariencias y los mandatos sociales, inicia un romance con el cuidador de caballos. Cuando descubre que una amiga ha sido secuestrada, busca ayuda en un capitán militar, sin saber que está entrando en una trampa. Pronto deberá elegir entre aceptar las reglas impuestas o arriesgarlo todo para recuperar su libertad.
Este fue un año en el que varias producciones argentinas exploraron una de las épocas más oscuras de nuestro país. Desbarrancada se distingue por evitar los lugares comunes de esta temática y decide optar por un enfoque profundamente íntimo. Guadalupe Yepes nos trae un relato que no mira directamente a los centros clandestinos ni a las fuerzas represivas, sino a los efectos silenciosos que la dictadura ejerció dentro de los hogares, en las relaciones afectivas y en el cuerpo de las mujeres.
La película recuerda, en espíritu, a propuestas similares como La zona de interés, donde vemos a personajes privilegiados que hablan de los horrores como si fueran un rumor distante, protegidos por su clase y desconectados del sufrimiento real que el espectador sí conoce. Esa tensión entre lo visible y lo silenciado atraviesa toda la historia, le da un tono casi teatral y transforma lo cotidiano en un territorio inquietante.
|Te podría interesar: ‘La Frecuencia Kirlian’, el cierre oscuro del universo de Cristian Ponce
Carla Pandolfi ofrece una interpretación muy destacable como Gina, transmitiendo con precisión el encierro emocional, la fragilidad y el miedo constante que la rodean. Su arco dramático es el motor de la película y funciona como espejo de muchos silencios que siguieron resonando décadas después. Al mismo tiempo, Luis Machín compone a un esposo inquietante, cuya frialdad va revelando, escena a escena, de qué es capaz para conseguir lo que desea.
Visualmente, Desbarrancada también se destaca. La fotografía construye atmósferas de tensión permanente mediante encuadres cerrados, interiores opresivos y una cuidadosa composición que refleja la cárcel emocional de su protagonista. El diseño sonoro refuerza ese clima, haciendo del silencio y de los ruidos ambientales un elemento narrativo tan importante como el diálogo.

Desbarrancada es una obra potente y distinta dentro del cine argentino reciente, que revisita la dictadura desde un registro íntimo, emocional y profundamente femenino. Con excelentes actuaciones, una puesta visual precisa y una narrativa que incomoda y reflexiona, Guadalupe Yepes consigue una película que no busca respuestas fáciles, sino abrir preguntas. Una propuesta valiosa que merece ser vista y discutida.
4/5 = Muy buena
Desbarrancada se encuentra en cines argentinos a partir del 11 de diciembre.