Documental sobre uno de los grandes artistas de Argentina. Esta es nuestra crítica de ‘Había una vez un mago’. La película fue vista en el Festival Fuera de Campo en Mar del Plata.

La segunda edición del Festival Fuera de Campo en Mar del Plata trae consigo, Había una vez un mago, una película que nos ofrece un recorrido por los últimos años de Leonardo Favio, uno de los cineastas más importantes de la historia de Argentina. Como valor agregado, está capturado a través de los ojos de su hija, María Solomé Jury, codirectora del documental con Oscar Frenkel. Situados en 2008, mientras Favio recrea su obra maestra con Aniceto, remake de Este el romance del Aniceto y la Francisca, las entrevistas entre padre e hija develan una rica historia de creatividad, amor y profunda relación.
En este documental, la cámara es testigo silencioso de ambos proceso de filmación y la interacción entre Favio y Solomé. Una última mirada privilegiada a la mente del artista y al hombre detrás del genio.
Había una vez un mago es las decenas de reflexiones que ofrece Favio sobre la política, el arte y el artista, la vida y la tristeza, entre incontables más. Allí el principal valor del film, cuando sus palabras y acciones concuerdan y vemos la gráfica demostración de quien Favio fue: una persona sensible. Con un amor profundo por su labor y una especial conexión para con lo que deseaba transmitir, la lucidez del personaje es atrapante.

Respecto al montaje, este funciona cuando da hilo a una relación entre lo que el director dice en entrevistas individuales y lo que hace en el set. Pero, en definitiva, varios segmentos quedan descolgados y no tienen relación; simplemente son una sucesión de escenas sobre él. Tampoco se siente que haya un ojo crítico de Solomé como directora, que dé más profundidad o lectura sobre el personaje que su padre fue. Se entiende que dejarlo ser es suficiente para que el homenaje se realice, pero su figura como hija termina quedando como un elemento que apela a la sensibilidad de Favio más que a lo narrativo del documental.
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El film funciona como una extensión de Aniceto (2008). Más allá de abarcar su proceso de filmación, transmite conceptualmente su misma humanidad y sensibilidad para tratar las decisiones humanas, el amor y forma de lidiar con lo que la vida misma es. En definitiva, el protagonista y artífice es Leonardo Favio, tan seductor con su palabra como convocante con su forma de ver las cosas.

3.5/5 = Buena