Rose Bryne ganó el premio a la Mejor Actuación Femenina en el pasado Festival de Berlín. Esta es nuestra crítica.

La nueva película de la realizadora neoyorquina Mary Bronstein, If I Had Legs I’d Kick You, deslumbró a la crítica desde su primera proyección en Sundance, no es solo un retrato feroz de la maternidad, sino también del derrumbe cotidiano: cuando todo aquello que debería sostenerte empieza a caerse. Con una Rose Byrne monumental, la película construye una experiencia tan íntima como devastadora.
En los últimos años, el cine ha encontrado nuevas formas para pensar la maternidad. Distintas directoras están explorando el tema desde miradas personales, incómodas, alejadas del cliché: exponen lo que durante siglos se mantuvo en silencio. Bronstein se suma a esa conversación con una apuesta formal arriesgada que bordea el terror psicológico. Su película trabaja con el fuera de campo, las metáforas visuales y la imaginación del espectador, generando una tensión que se construye entre lo que la cámara muestra y lo que intuimos.
En If I Had Legs I’d Kick You seguimos a Lynda, una madre atravesada por la ansiedad (Rose Byrne, premiada en la última Berlinale) que cuida a una hija enferma y ve cómo todo empieza a desmoronarse, literalmente, cuando el techo de su casa colapsa. La película se inaugura con primerísimos planos de Lynda en el consultorio pediátrico: su sonrisa forzada, sus ojos exhaustos, cada gesto grita lo que ella no dice. La pediatra le sugiere hablar a solas más tarde, como si todos en esa sala percibieran lo obvio: Lynda está desbordada.
Cuando madre e hija vuelven a casa, la tragedia se termina de materializar. Un charco en el piso conduce a la escena que marcará el punto de quiebre emocional y narrativo. La puerta se abre y el techo se viene abajo. El hogar, supuesto refugio, se convierte en amenaza. El agujero en el techo funciona como un símbolo persistente: un vacío que sigue a Lynda como un imán, como si lo más oscuro de su vida hubiera quedado al descubierto. Bronstein potencia la sensación de peligro a través del diseño sonoro, que torna cada ruido más inquietante.
Tras el accidente, Lynda y su hija deben mudarse a un hotel barato mientras su marido viaja por ocho semanas. Allí comienza una pesadilla que crece escena a escena. La directora toma una decisión fundamental, raramente muestra a la niña en el plano, sino que a parecer su voz a alguna que parte de su cuerpo. La cámara permanece pegada a Lynda, reforzando la idea de que esta madre ya no puede ver ni emocional ni simbólicamente a su hija; sino que está consumida por su propio derrumbe.
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A medida que avanza el metraje, lo personal y lo profesional chocan de lleno. Lynda es terapeuta, pero ni su formación ni su experiencia logran contenerla. La vemos fallar, perder el equilibrio, intentar sostener a otros mientras su vida se desarma. Incluso el consultorio, ese espacio asociado al cuidado, se percibe frágil, vulnerable, atravesado por las mismas miserias que ella intenta controlar. La tensión crece con precisión hasta la secuencia final, donde ya no queda nada por romper y la violencia del mar estalla como un grito: la maternidad, como la vida, nunca es exactamente lo que se supone que debería ser.
Rose Byrne está extraordinaria. Se luce sin artificio, sin rigidez, sin la corrección que a veces exige el mainstream. Su Lynda es real. Camina con cansancio, habla con un hilo de voz, se quiebra, se endurece, provoca rechazo y ternura a la vez. Es esa tensión emocional la que hace que la película funcione con tanta contundencia. Byrne no interpreta a una madre perfecta, interpreta a una mujer que ya no puede más.
La elección de Conan O’Brien como terapeuta de Lynda puede sorprender, pero funciona. El rey del humor convertido en una presencia silenciosa, sin respuestas, refleja la desconcertante realidad a la que a veces nos enfrenta la vida. Bronstein es licenciada en psicología y trabajó durante años en pediatría, algo que se siente en cada decisión de la película. La mirada clínica, emocional y humana que atraviesa If I Had Legs I’d Kick You no podría ser más auténtica.

Además, luego de haber leído varias entrevistas de la directora es interesante dejar por acá que la cineasta explicó que fue una decisión calculada de construir toda la película desde la percepción de Lynda. No vemos ni escuchamos nada que ella no experimente. Ese punto de vista extremo, acompañado por un diseño sonoro que se va volviendo cada vez más inquietante, nos encierra en su ansiedad. La directora también señala que el cine y los medios suelen convertir a las madres en “monstruos” cuando ya es demasiado tarde es por eso que trae a colación en la trama el caso de Andrea Yates, que para la directora es un claro ejemplo de una consecuencia de un sistema maltratador. Además, declaró que el close-up es casi un gesto político: obligar al espectador a mirar de frente el dolor que tantas veces se evade o se patologiza sin comprensión.
Con If I Had Legs I’d Kick You, Mary Bronstein se consolida como una nueva voz incisiva del cine independiente actual. Su mirada cruda, íntima y formalmente arriesgada logra capturar no solo la complejidad de la maternidad, sino también el miedo latente de sentirse a punto de desbordar en cualquier momento. Rose Byrne entrega una de las interpretaciones más potentes de su carrera, sosteniendo con una vulnerabilidad feroz cada plano de la película. El resultado es una obra que no busca complacer, sino decir aquello que tantas veces se calló: que maternar también puede ser aterrador y solitario.
4/5 = Muy buena