Esta película independiente es un buen homenaje al cine de asesinos seriales con escenarios locales.
El cine de género en Argentina siempre tiene una batalla complicada. Con notables excepciones como Cuando Acecha la Maldad la distribución masiva y voces de directores con apetito por el terror o la acción suelen ir por carriles separados. Nadie va a escuchar tu grito de Mariano Cattaneo prueba que los relatos ‘slashers’ en el país son posibles, con buena factura técnica y sobre todo amor por el cine con el que varias generaciones se criaron
Producida de forma independiente por Black Mandala y Kandar Cine y filmada en Bernal, en el partido de Quilmes, la acción nos sitúa en los años 90s, más precisamente en el mes en el que se realizaba el mundial de Italia, en el que el equipo de Maradona salió subcampeón. Un asesino enmascarado cobrará las vidas de jóvenes y aprovechará cada partido de la selección para cometer sus crímenes con martillos, cuchillos y a pura fuerza bruta.
En el centro de todo quedará Micaela (Sol Wainer), una joven que atiende la disquería de sus padres, que se van de viaje. Ella quedará a cargo del local y descubrirá que el asesino tiene una predilección por las mezclas de casette que hace a pedido. Junto a su amigo Tomás (Byron Barbieri) tratarán de descubrir quién esta detrás de la máscara, poniendo sus vidas en riesgo.
La película tiene varias muertes y algunas de ellas son sorprendentes y creativas, sobre todo una que involucra a un boxeador y otra a un skater. Y si bien ocurre en escenarios limitados, la ambientación y vestuarios están muy logrados y no hay sensación de que se buscó ‘disfrazar la locación’ para que parezcan los noventa. Claramente los realizadores se criaron en aquellos años y el nivel de detalle se nota hasta en las reproducciones de diarios que aparecen en la película.
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La banda sonora también es un punto alto. Compuesta por la banda Black Rain es un exponente del hard rock que por aquellos años vivía sus últimos años de gloria. Así una especie de Guns and Roses local se escucha de fondo con cada muerte y cada llamada del asesino a la joven protagonista. A eso se le suma el buen trabajo actoral de Wainer y Barbieri, dos jóvenes actores a los que hay seguirles el paso. A la primera no le pesa nada un protagónico en el que aparece en casi todas las escenas, mientras que el segundo aporta ironía sin exageraciones.
Aunque hay algunas muertes no del todo logradas desde los efectos prácticos y su resolución se torna un poco apresurada, esta película hecha a pulmón da ganas de seguir los próximos proyectos de Cattaneo, que tuvo el triple rol de director, guionista y editor. La película en sus créditos finales agradece a vecinos y al municipio de Quilmes y por último al ‘cine slasher’, algo que en su hora y cuarto, la película muestra con creces.
3.5/5 = Buena