Rian Johnson prueba que su saga es la más sólida de las producciones originales de Netflix. Esta es nuestra crítica.

El detective creado por Rian Johnson, Benoit Blanc (Daniel Craig), vuelve a la acción con Wake Up Dead Man: A Knives Out Mystery. Casi toda la película transcurre en la parroquia rural de Nuestra Señora de la Fortaleza Perpetua, en el estado de Nueva York. Blanc es convocado por la jefa de policía Geraldine Scott (Mila Kunis) para investigar la muerte del monseñor Jefferson Wicks (Josh Brolin), un hombre poderoso dentro de su comunidad, que gana seguidores gracias a su estilo reaccionario y agresivo.
Wicks es apuñalado durante un servicio de Viernes Santo, dentro de un pequeño nicho adyacente al altar, en un crimen catalogado en la literatura como un “misterio de habitación cerrada”, ya que nadie entró ni salió sin ser visto por la congregación. Un dato importante es que su abuelo, el reverendo Prentice Wicks, era sumamente rico, pero nadie sabía dónde se escondía su fortuna.
El personaje central de la película y de la investigación es el padre Jud Duplenticy (Josh O’Connor), un sacerdote joven y exboxeador, de temperamento controlado, que admite desde un principio haber matado a un contrincante en un combate. Llega a la parroquia como asistente de Wicks, quien lo maltrata y con quien mantiene profundas diferencias respecto a su visión de la fe.
Todo el entorno sospecha de Jud, ya que, además de llevarse mal con Wicks, el arma homicida está hecha a partir de un adorno que, en una noche de borrachera, arrojó dentro de la iglesia. Para buscar la verdad y probar su inocencia, el joven párroco se aliará con Blanc para descubrir qué ocurrió realmente.
Los principales sospechosos son los seguidores más fieles del monseñor, interpretados por grandes estrellas de Hollywood: Martha Delacroix (Glenn Close), la administradora de la iglesia; Samson Holt (Thomas Haden Church), el jardinero y pareja de la primera; el depresivo médico Nat Sharp (Jeremy Renner); la abogada acaudalada Vera Draven (Kerry Washington); el escritor anti-woke Lee Ross (Andrew Scott); y Simone Vivane , una talentosa chelista que atraviesa una dura enfermedad. A ellos se les suma Cy (Daryl McCormack), hijo de Draven, quien intentó sin éxito incursionar en la política y está obsesionado con grabar todo y generar clips para YouTube.
Esta debe ser la única saga de Netflix que mantiene su calidad de manera consistente. Las tres partes, escritas y dirigidas por Rian Johnson, logran construir un mundo coherente, con personajes bien delineados e historias que, si bien no se conectan entre sí más allá de su detective protagonista, comparten un mismo tono. Siempre hay un crimen sumamente intrincado, personajes profundamente arraigados a la época que les toca vivir, que exponen los vicios de la ambición, el estatus y el capitalismo, y una figura idealista que pone a prueba sus valores. A esto se le suma un humor negro muy efectivo y un reparto extraordinario.

Llama muchísimo la atención, y se aprecia el riesgo, que, en esta tercera parte, varios minutos del metraje queden en manos del personaje idealista: el sacerdote Jud, interpretado por Josh O’Connor. Y es justamente allí donde la película gana mayor tracción. O’Connor es un gran actor, que logra transmitir sensibilidad en un mundo esencialmente cruel. Daniel Craig parece relegado en su propia película, aunque, cuando aparece, sigue llevándose todas las miradas.
Aquí Johnson parece afinar el tono del universo Knives Out: hay más suspenso, una mayor oscuridad en algunas escenas y una reducción de la sátira sobre los tiempos que corren, aunque sin abandonarla del todo, dejando algunos apuntes claros.
A medida que Blanc y Jud indagan, se revela una profunda crisis espiritual y los conflictos internos dentro de la parroquia. Jud representa una visión más compasiva del catolicismo, que choca con la estrategia de evangelización de Wicks, basada en el juicio y la vergüenza. La investigación de Blanc se enfoca en la idea de que el crimen, aunque parezca imposible, debió involucrar una ingeniosa distracción. Blanc sospecha de un adorno de lámpara con forma de diablo idéntico y descubre que Sharp había drogado al monseñor con tranquilizantes para simular su muerte en un momento anterior, orquestando así el posterior apuñalamiento para incriminar a Jud.
La reflexión central de Jud y, por asociación de la película, gira en torno a la fe y el propósito. Durante gran parte del relato, el joven no puede hacer aquello que realmente desea: guiar espiritualmente a las personas. Este rol se ve constantemente cuestionado hasta que, hacia el final, logra reconectar con su propósito a través de una llamada telefónica a una empleada, clave para resolver el caso.

Es tanto el peso y la química entre Craig y O’Connor que el reparto, lleno de estrellas, termina sobrando. Fuera del villano que muere, interpretado con maestría por Josh Brolin, y de Glenn Close como la administradora de la iglesia, el resto de los personajes carecen de líneas o escenas memorables, y sus aportes resultan mínimos y olvidables. Esto incluye a la policía interpretada por Kunis, pero también a Jeremy Renner, Kerry Washington, Cailee Spaeny y Thomas Haden Church.
Cuando Blanc está a punto de exponer a Nat como el asesino, una figura inesperada interrumpe: Martha confiesa ser la verdadera “mente maestra” detrás de toda la operación, revelando que el asesinato fue solo una parte de un plan mucho más grande y complejo. La clave de todo era la manzana de Eva, un valioso diamante que el viejo reverendo Prentice se había tragado antes de morir y que tenía un valor de 80 millones de dólares.
La revelación final es que Martha, Nat y Samson conspiraron para matar a Wicks, enterrar a Samson en su lugar y luego escenificar la “resurrección” del sacerdote para restaurar la fe en la iglesia y detener el plan del propio monseñor de profanar la tumba de su abuelo para recuperar el diamante y cerrar el lugar.
|Te podría interesar: ‘Bugonia’, de Yorgos Lanthimos con otro gran trabajo de Emma Stone
Esta película no solo es divertida, sino que también dispara ideas interesantes sobre la fe, la ambición y la hipocresía. Hay dos visiones contrapuestas encarnadas en ambos párrocos: la de Wicks, una fe basada en el juicio, la rectitud y el castigo, que utiliza su púlpito para avergonzar y radicalizar a sus seguidores; y la de Jud, fundada en la compasión y la escucha. Claramente, el cineasta se inclina por la segunda, pero presentar ambas miradas dentro de una película de gran presupuesto resulta un hallazgo interesante.
Jud también establece un contraste con Blanc. Profundamente ateo y racionalista, el detective funciona como un contrapeso constante frente a la bondad y el idealismo del joven sacerdote, quien en un momento de la película incluso amaga con autoincriminarse. A su vez, el motor real de los crímenes y las conspiraciones es la avaricia y la ambición. Para la mayoría de los personajes, el estatus y la riqueza terrenal son prioritarios frente a cualquier valor espiritual. Y Blanc, al ser laico, desenmascara no solo a los asesinos, sino también la hipocresía de algunos fieles y de la institución religiosa que los ampara.

Si hay un tercer elemento que no funciona tan bien son las referencias y anclajes a la cultura radical de derecha y a la forma de hacer política. En películas previas esto estaba mejor integrado, pero aquí los personajes del escritor liberal interpretado por Scott y el político que se vale de clips de redes sociales terminan funcionando más como notas al pie de la época en que se hizo la película que como piezas esenciales del relato. Si se los eliminara, el resultado final no cambiaría demasiado.
Wake Up Dead Man: A Knives Out Mistery a pesar de estos altibajos, es un trabajo sólido y atrapante hasta el último giro. Los diálogos siguen teniendo un gran humor y aquí no se siente la artificialidad de los escenarios de la segunda parte ni lo limitado de la locación única de la primera. La escena del cuerpo que sale de la tumba es prodigiosa en este sentido: confusión, oscuridad absoluta y una muerte inesperada que, sumadas a los distintos puntos de vista, la convierten en una de las mejores escenas del año.
Noviembre y diciembre trajeron algunos de los mejores estrenos originales de Netflix en años. La saga Knives Out es la prueba más clara de cómo la compañía, cuando colabora con ciertos directores, logra resultados brillantes. Solo queda esperar más historias del detective Benoit Blanc.
3.5/5 = Buena
Wake Up Dead Man: A Knives Out Mystery ya está disponible en Netflix