Correcta y poco arriesgada historia sobre una primera ministra que se enfrenta a múltiples crisis.
El avance de las nuevas derechas, la influencia de las redes sociales en la vida democrática, la aceleración del capitalismo con un consecuente empeoramiento de las condiciones laborales y de vida. Todos estos son temas actuales, vigentes, que repercuten en la sociedad occidental. En esta crítica te contamos porque Hostage, una miniserie de Netflix, juega a lo seguro y se siente como una proyecto de al menos 15 años de antigüedad.
En Hostage seguimos a la primera ministra Abigail Dalton (Suranne Jones) que enfrenta una crisis migratoria y de salud pública, ante el recorte en la provisión de medicamentos. Su agenda se verá aún más trastocada cuando su esposo Alex (Ashley Thomas), un médico que realiza tareas humanitarias en la Guyana Francesa, es secuestrado por un grupo terrorista.
El secuestro ocurre en el medio de una cumbre bilateral con la presidenta de Francia, Vivienne Toussaint (Julie Delpy). Virando a la derecha, ella pide a cambio de provisiones médicas, el poder para custodiar las aguas que rodean Reino Unido, con el fin de endurecer su política migratoria. A ellos se le suman Sylvie (Isobel Akuwudike), la hija adolescente de la política británica y Matheo (Corey Mylchreest) el hijastro de su par francesa, que traerán dificultades a la crisis que enfrenta en varios frentes.
Los terroristas tendrán una demanda sencilla pero difícil: que la primera ministra renuncie a su cargo. Aquí le pedirá ayuda para un operativo de rescate a la presidenta, que se negará, ya que comienza a ser extorsionada para que no actúe.
Con cinco capítulos que no superan los 40 minutos, esta miniserie es disfrutable y tiene buenos momentos de acción e intriga. Sin embargo, su tratamiento de los temas que aborda es superficial, se siente anticuado y no se anima a plantear una dimensión política a pesar de que el escenario principal del relato sea la famosa residencia de gobierno 10 Downing Street.
El relato parece más bien post 9-11 aunque algo más valioso es que hubiese sido post «Trump-Bolsonaro-Milei«. La amenaza del terrorismo sigue vigente en muchos países, claro está pero la política moderna ha tenido en los últimos 10 años avatares mucho más cercanos en el tiempo e igual de interesantes y llenos de matices.
Hay que diferenciar también actuación de densidad en los personajes. Todos los actores, británicos y franceses son excepcionales. Una mención aparte se merece Delpy como la política francesa y Lucian Msamati, quien ya mostró su talento en Cónclave y aquí interpreta a Kofi, el fiel asistente de Dalton. Sin embargo, son personajes sin grietas. A modo de ejemplo, la primera ministra es probablemente la política más impoluta de la ficción en décadas: no duda, si comete errores lo reconoce y siempre triunfa. Es un ser ideal, pero así pierde algo de verosímil o incluso empatía con el espectador.
Esto no quiere decir que se trate de un mal relato: cada episodio tiene sus escenas memorables, la acción está muy bien filmada y recuerda al universo Jason Bourne. Sus encuadres y montaje parecen salidos del cine de Christopher Nolan. Pero al cuidado técnico e interpretativo le falta algo de sustancia.
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Hostage es una serie de Netflix donde el argumento lo es todo. Cualquier tipo de idea subyacente se puede resumir a que la política es buscar el bien común. Hasta el propio Nolan, que muchas veces pecó de meloso en su cine, entendió en Oppenheimer que cada acción de los Estados nación tiene sus consecuencias más allá de los daños humanos y materiales y que puede dejar huellas morales y espirituales difíciles de saldar. Hostage es buena televisión para entretener, pero no para reflexionar. La combinación de ambas es lo que hace memorables a las grandes series y películas.
3/5
Hostage ya está disponible en Netflix