El cine de Christian Petzold, el gran director alemán

El cine de Christian Petzold
Antes del estreno de su nueva película, 'Afire', Bendito Spoiler hace un repaso de los mejores films del director más interesante del cine alemán reciente.
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El cine de Christian Petzold

En el primer año de la pandemia vi muchísimas películas, pero no pense en encontrarme con el cine de Christian Petzold. Ninguna de las historias que vi se parece a la alemana Transit, estrenada en 2018, protagonizada por Franz Rogowski y Paula Beer y basada en la novela del mismo nombre escrita por Anna Seghers. Me atrajo el trailer que vi de pasada en Youtube: me la pintaba como un thriller de suspenso, en una ciudad europea. La diversión estaba garantizada. Aparte hace unos años había visto Phoenix, también de Petzold, y recuerdo cuánto me había gustado esa película y sobre todo su final. 

Pero bueno, volviendo a Transit. Esperaba un thriller y me encontré con otra cosa. Creo que lo más cercano a lo que se puede definir es qué es un drama atemporal, con una historia basada en el avance del nazismo y la ocupación de Francia. Pero ambientada en los tiempos que corren. Es una película sumamente ambiciosa desde su planteo político, pero sin dejar de ser poética y atrayente. 

Tiene una cualidad algo onírica. Y es que como los sueños, mucho no se entiende que es lo que está pasando, pero hay una conexión emocional con los personajes así como conectamos con nuestras emociones al soñar. Y además los escenarios y las personas y los momentos entre estas se repiten, se deforman, vuelven a ocurrir. 

En su superficie, Transit cuenta la historia de Georg, un joven rebelde que escapa de un régimen totalitario y huye de París a Marsella. Allí las autoridades lo confunden con un escritor, que tiene la posibilidad de asilo político en México. En la ciudad portuaria, una mujer lo confundirá con su esposo desaparecido, mientras él forma un vínculo con una familia que ha perdido a su padre. 

No contaré más sobre el argumento y a mi parecer no es lo más importante de la película. Prefiero que lo descubran por su cuenta. Pero puedo decir que seguimos a Georg sin saber bien, como él, a dónde irá a parar. Él justamente, está en tránsito, en una ciudad en la que está temporalmente, pero de la que no tiene certeza cuándo se irá y si se quiere ir.

Transit de Christian Petzold

Transit trata de esas personas en tránsito, esos habitantes temporarios. Y así como hubo exiliados y refugiados durante la Segunda Guerra Mundial, hoy se repiten en la crisis migratoria que vive hace años Europa, ante las guerras en el oriente medio. La película cuenta cómo entre estas personas se forman vínculos, que muchas veces, terminan abruptamente por la tragedia más global. Esta idea de cómo lo personal se ve afectado por lo político, aparece en varias películas de Petzold.

 Y esto no es casual, en una entrevista que dio para el Lincoln Center en Estados Unidos, en ocasión de una retrospectiva de su filmografía, Petzold habla de esto mismo. “Hay un tránsito entre la tierra y el mar, Estados Unidos o México y Europa, pero también hay un tránsito del periodo, del pasado al presente. En 1942, la gente que vivía en Marsella y esperaba por barcos, muchos de ellos murieron, porque los nazis vinieron o cometieron suicidio como Walter Benjamin”, explicó.

“Los sobrevivientes, cuando volvieron a Alemania Occidental crearon la Constitución de la Sociedad de Alemania Occidental, que en su párrafo 16, establece el asilo, que cualquier persona del mundo que es un refugiado por razones de religión, orientación sexual, política, puede tenerlo. Es la culpa, su experiencia. Y destruimos este párrafo en los últimos 20 años”, describió.

Aquí un video resumen de la película de mi autoria:

Mujeres en búsqueda de su identidad

Me gustó tanto Transit que decidí ver todas las películas de su director. De 62 años, no había mucha información sobre él. Solo que estudió en la Academia Alemana de Cine y Televisión de Berlín, de 1988 a 1994. Y que forma parte de “La Escuela de Berlín”. Como se le llama a una camada de realizadores de los últimos 30 años, que impulsaron la filmación de ambiciosos proyectos independientes.

La carrera de Petzold abarca las tres primeras décadas del 2000 y 10 películas: cinco en la primera, cuatro en la segunda y por ahora una en esta.  Del primer periodo recomiendo Gespenter, «Fantasma», protagonizada por Julia Hummer. Cuenta la historia de una joven huérfana que se enamora de una ladrona, en la Alemania de principios del 2000. Aquí vemos por primera vez un relato de Petzold en pos de la búsqueda de identidad del personaje central. Y es que la joven protagonista cree tener un vínculo con una mujer que asegura ser su madre biológica, pero a la vez experimenta un despertar sexual con la ladrona. Y durante todo el metraje vemos como ella oscila entre una identidad definida desde su pasado desconocido a uno de su presente más inmediato. 

Esta película es muy llevadera. Tiene un manejo del suspenso interesante, algo extraño para lo que es, esencialmente un drama lésbico. Creo que tiene que ver con la actuación de Julia Hummer. Es sencillamente brillante y sobre todo por unos cuantos planos secuencia, sutiles, pero bien utilizados. Acá hoy otro punto a favor de Petzold, una tradición que lo va a seguir durante toda su filmografía: sus protagonistas son mujeres multidimensionales, llenas de matices y características que las vuelven personajes y no meros instrumentos del guión o en su defecto la película se enfoca en una pareja en condiciones de igualdad en cuanto a sus motivaciones y acciones. 

Aquí la película completa:

Pero su periodo más interesante a mi parecer, de la segunda década del 2000. En 2012 Petzold estrena Barbara, iniciando una “trilogía histórica”, que continuaría con Phoenix y terminaría en Transit. El personaje central, Nina Hoss es una médica que, en un intento por escapar de la entonces Alemania comunista, es castigada, vigilada y enviada a trabajar en un pequeño pueblo rural. 

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Allí transcurren dos deseos para la protagonista: su vocación de servicio, su atención y preocupación desinteresada por el otro y la posibilidad de “salvación”. De la huida con su pareja fuera del régimen socialista. Es decir debe elegir entre el bien colectivo y el rol que tiene para su comunidad y el bienestar individual, egoísta. No voy adelantar que es lo que elige, pero esa dualidad atraviesa toda la película. Y otra vez lo macro, un sistema opresivo, termina influyendo directamente en el destino individual de las personas. 

En esta etapa histórica, Petzold también toma un estilo más pintoresco, alejándose del registro más íntimo, de cámara en mano y detrás del hombro de sus primeras películas. Los vestuarios se definen en rojos, azules y marrones, los escenarios toman preponderancia. La puesta en escena tiende más al preciosismo que al registro realista. Ya sea con un camino verde en Barbara, un paseo por las calles de Marsella en Transit o una ciudad devastada en Phoenix, quizás la película que mejor resume lo que es el cine de Petzold.

En el cine de Christian Petzold entra phoenix

Phoenix, estrenada en 2014, cuenta la historia de Nelly, una sobreviviente de los campos de concentración de Auschwitz, que queda desfigurada tras sobrevivir al exterminio nazi. Luego de una cirugía reconstructiva, Nelly apenas tiene un aire a lo que solía verse.

Con su nuevo rostro, Nelly intenta reconectarse con su esposo, quien la denunció ante los nazis. Él nota el parecido de ella, con su mujer, a la que creía muerta y planea cobrar la herencia que le dejó, entrenandola para que imite a la Nelly que conocía antes del holocausto.

Petzold retrata aquí los horrores de la guerra con maestría. En vez de mostrarlo, deja que Nelly lo cuente de vez en cuando con miradas y frases breves. En vez de ser explícito, convierte escenas, planos sostenidos en el tiempo, para completar ese sentido, de que la guerra es un horror y que saca lo peor de nosotros. Pero también que puede implicar un renacimiento, una segunda oportunidad, para quienes la sobreviven. 

Acá lo personal sobre lo político vuelve a ganar peso y es que su marido, sencillamente un cobarde, prefiere colaborar con los nazis a seguir ayudándole. Y aún después de “muerta” quiere sacar rédito económico de su mujer. Todas las relaciones interpersonales que tenía Nelly antes de la guerra se vieron afectadas por ser judía. Salvo excepciones, la mayoría le dio la espalda, en aras de su propia supervivencia. Un estado totalitario no solo enfrentó naciones, sino que deshizo hasta los vínculos más básicos entre las personas de esos países.

Y el juego de identidades sigue vigente. Y es que si es Gespenter trataba de una joven en pleno despertar sexual y en Transit, seguimos a un personaje que se hace pasar por alguien más, acá seguimos a Nelly, quien lucha entre conservar un pasado que no fue amable con ella o cambiar y volverse otra persona, distinta.

La resolución es brillante y como ocurre también en Barbara y Transit, los finales de Petzold dan una especie de redención y un halo de esperanza a sus sufridos personajes. Particularmente en Phoenix vemos la mejor interpretación de una actriz en toda su filmografía y el mejor final, por la que es una de sus películas más logradas.

Hay un cuarto punto, que no he mencionado, pero que también es vital. Y es la tendencia de Petzold al melodrama, a esos amores imposibles, de cine clásico de Hollywood. Idea que se refuerza en sus últimas cuatro películas y sobre todo en la elección de las parejas protagónicas, que se repiten.

En Barbara y Phoenix, aparecen Nina Hoss y Ronald Zehrfeld. Aquí la sensación para el espectador es extraña, porque si bien el médico que interpreta en la primer película Zehrfeld está genuinamente enamorado de Barbara, en la segunda es un personaje diametralmente opuesto, egoísta y aprovechador. 

En Transit y en Undine, las parejas están interpretadas por Paula Beer y Franz Rogowski. Aunque las historias no conectan entre si, uno no puede dejar de ver una continuidad entre ambas historias, por ver los mismos rostros y sobre todo la gran química entre los dos actores.

Lo que se viene

Undine, de 2020, es la primera de una trilogía “de los elementos” que ahora continuará con Afire, película se estrenará este año y por la que Petzold ganó el Premio a Mejor Director en la última Berlinale.

Undine diverge un poco de las anteriores películas que hizo. Ya no hay trasfondo histórico o gobierno totalitario de por medio y al menos en esta primera parte, Petzold conecta con la mitología de su pueblo y reedita la historia de “Undine”, un ser mitológico, algo así como una sirena, que se enamora un hombre terrenal. 

Aquí el melodrama sale a flote, a la par del “agua” como elemento preponderante en el relato. Y es que los personajes se conocen a partir de un incidente con el agua, trabajan bajo el agua y hasta el final de la película tienen una conexión con el elemento. En Undine vemos al Petzold más refinado desde lo formal, con escenas compuestas por maestría. Y también, por primera vez se anima a jugar con un género poco usual para él, como lo es la fantasía.

Fascinado por su trabajo en la década pasada, solo me gustaría que Petzold fuera más conocido fuera del circuito de festivales o de cinéfilos. Algo me dice que aún le quedan muchas películas por hacer, mucho más por contar. La ambición de querer contar historias con significado y con una puesta formal impecable no debería pasar desapercibido. 

Pensando en el cine de Christian Petzold, siento que para él, una historia de amor también puede definir la historia de un país. Que una película puede describir de lo mínimo de la experiencia humana, para hablarnos de cosas más importantes. Sin hacerlo a trazo grueso, sino con la mera observación de esos seres que sufren, que aman, que viven. 

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