Lali y Taylor Swift protagonizan dos documentales muy distintos. Una mirada íntima y otra industrial sobre el pop y la construcción de una artista.

Con apenas una semana de diferencia se estrenaron dos documentales protagonizados por figuras femeninas del pop. Por un lado, Lali: La que le gana al tiempo, centrado en la cantante argentina que viene de llenar estadios en todo el país y que cerrará su gira el próximo 16 de diciembre en Vélez. Por el otro, The End of an Era, una serie documental dedicada a la última gira mundial de Taylor Swift, que muestra el detrás de escena de su mega show presentado entre 2023 y 2024.
Ambas retratan a mujeres poderosas dentro de la industria musical. Una, la artista pop argentina más importante de los últimos años, que supo construir su lugar desde la autenticidad y la reinvención constante. La otra, una figura global que domina los charts año tras año y lidera uno de los fandoms más influyentes de la cultura contemporánea. Las dos son cantautoras, dueñas de su marca y de su discurso, y se enfrentaron tanto a los haters virtuales como a figuras de poder sin retroceder ni acomodarse.

El documental sobre Lali comienza a gestarse durante la creación del disco más importante de su carrera. En medio de crisis existenciales, viajes laborales y una vida dividida entre la actuación y la música, Mariana Espósito se siente desorientada. La música deja de ser el refugio seguro que imaginaba y empieza a experimentar, tanto en lo artístico como en lo personal. Busca nuevos sonidos, nuevas letras y una versión más honesta de sí misma. Pero para que eso suceda, fue necesaria una pandemia y el impacto de llegar a los treinta: dos sacudones que activan algo que siempre estuvo ahí, la artista que se reinventa y no se deja vencer por la adversidad.
El film también funciona como un registro de crecimiento profesional. Vemos cómo Lali escala de venue en venue: primero inaugurando el Disciplina Tour en el Luna Park en 2022, luego dando un paso más en el Movistar Arena ese mismo año, para finalmente coronar el recorrido en marzo de 2023 en el estadio de Vélez, triplicando la cantidad de espectadores.
El documental articula tres dispositivos narrativos: material de archivo de su vida cotidiana, imágenes del detrás de escena de los shows y los conciertos propiamente dichos. El resultado es interesante porque permite ver un costado más cotidiano y humano de la artista, aunque no necesariamente novedoso: Lali siempre se mostró transparente y frontal frente a su público, y esa coherencia entre lo privado y lo público atraviesa toda la propuesta.
Un punto fuerte es la ausencia de entrevistas clásicas. En su lugar, predominan conversaciones informales, muchas veces impulsadas por la propia Lali, como sucede en los intercambios familiares. Esa cercanía genera una conexión directa con el público fan. En cambio, el costado más expositivo, su enfrentamiento con el presidente o su apoyo al colectivo LGBTQ+, está pensado para un público más amplio y generalista. Si bien es coherente con su figura pública, no aporta información nueva y es allí donde el documental pierde algo de potencia.
Donde sí sale especialmente fortalecido es en el registro del proceso creativo de su disco Lali, su mayor éxito hasta la fecha. El acceso al estudio de grabación, las decisiones artísticas y el entorno de trabajo convierten al espectador en un testigo privilegiado del proceso, mostrando el trabajo detrás del resultado final.

Al tratarse de una serie, la propuesta sobre Taylor Swift funciona de manera distinta. Hasta el momento solo se estrenaron dos de los seis episodios, por lo que el análisis es parcial, pero suficiente para entender su rumbo. Aquí el foco no está puesto en la persona Taylor Swift, sino en la dimensión artística, empresarial y logística de su gira. El documental se ocupa de demostrar el nivel de planificación y trabajo detrás de un tour monumental.
Gran parte del backstage mostrado no resulta sorprendente: apela al fanatismo a través de la reacción del público, el impacto emocional de verla en vivo y la selección de canciones, pero entre tanta puesta en escena se diluye lo humano. Esa distancia se acorta recién en el segundo episodio, gracias a dos decisiones acertadas: darle protagonismo al equipo de trabajo y sumar a artistas invitados como Ed Sheeran y Florence Welch.
En ese sentido, el acercamiento a figuras como Mandy Moore, su coreógrafa, y Kameron Saunders, uno de sus bailarines, permite que Swift se corra momentáneamente del centro y ceda el relato a quienes sostienen el espectáculo. Allí aparecen historias personales y recorridos artísticos que oxigenan el relato.
Con Sheeran y Welch, en cambio, emergen los momentos más genuinos. No se trata solo de colegas, sino de vínculos reales, y esa complicidad se traduce en escenas distendidas, naturales y divertidas. Son pequeños respiros dentro de una propuesta dominada por el artificio.
A diferencia del documental de Lali, aquí sí abundan las entrevistas formales frente a cámara, tanto de la cantante como de su equipo. Desde lo técnico, la serie no arriesga ni propone algo novedoso, y termina funcionando principalmente como un producto orientado al público fan.
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Ambas propuestas son muy distintas en forma y tono, pero se sostienen por la figura que retratan. El documental de Lali apuesta a un costado más íntimo y accesible, capaz de acercar a nuevos públicos sin descuidar su recorrido artístico. El de Taylor Swift, en cambio, parte de una posición ya consolidada: no necesita explicar quién es, eso ya lo hizo en Miss Americana, sino mostrar, casi con precisión quirúrgica, el engranaje detrás de una maquinaria descomunal.
Dos documentales para públicos diferentes, pero igualmente válidos, que permiten asomarse a los mundos de dos artistas que no necesitan presentación, pero sí merecen ser observadas más allá del escenario.