Terminada su tercera (y más floja) temporada, es un buen momento para parar la pelota y hablar de «The Bear» en profundidad… ¿Estamos, acaso, ante la mejor serie de la actualidad?
Luego de tres temporadas de The Bear (El Oso), y en pleno auge de sus 23 nominaciones a los Emmys –siendo la “comedia” más nominada de la historia en una segunda temporada- es una buena ocasión para empezar a plantearse la pregunta que se encuentra en el título de esta nota. Claro, todavía está muy fresco el recuerdo de Succession; y en esta comparativa la serie que tiene a todo el mundo gritando «¡YES, CHEF!» queda todavía unos escalones abajo.
Quizás sea inoportuno plantearse esto, en su tercer año. Además, precisamente la serie nos acaba de dar su temporada menos redonda y parece atravesar una meseta narrativa. Pero, aun con esas consideraciones, la pregunta me vino a la cabeza varias veces viendo los nuevos capítulos.
Christopher Storer, el creador de la serie, tiene una inusitada capacidad de crear momentos extraordinarios cada vez que se lo propone (y se lo propone seguido). Hace parecer fácil la construcción de secuencias inolvidables; esas que, a veces, series de 45 temporadas no logran crear ni una sola vez, y que en 28 capítulos The Bear ya ha creado en cantidad.
Lo que hace que Storer y la serie sean singularmente prodigiosos es la habilidad que tiene el show de alternar según la necesidad del relato y recursos audiovisuales. Partimos desde el uso del plano secuencia como rescurso que lleva a montajes frenéticos en la cocina. Pasando por las transiciones de secuencias que homenajean a la Chicago urbana bajo músicas placenteras como Save it for later, al estrés sonoro insoportable del episodio familiar Fishes. También, llevandonos a los planos detalles de Sydney en su tour gastronómico, al plano general de Sydney y Carmy hablando mientras arreglan una mesa. Del espíritu videoclip-sórdido que tiene el episodio con que abre la temporada 3 a la sensibilidad del trabajo de parto de Sugar.
¿Alcanza un realizador magistral para volver un show magistral? Ciertamente. Pero The Bear no solo se queda solamente en el confort de esa característica para crear su genialidad, sino que la complementa con una producción ambiciosa, que busca todo el tiempo subir el show a un nuevo estándar, sin que nunca parezca encontrar su techo.
Al casting principal notable que construyó desde la primera temporada, le sumó actores invitados que son de otra liga; desde Jamie Lee Curtis y Bob Odenkirk, pasando por Olivia Colman, Sarah Paulson, John Mulaney, Will Poulter, John Cena, Molly Gordon, Oliver Platt, Jon Benthal, John Cena o Josh Hartnett. Muchos de ellos, incluso, en un mismo episodio que parece condensar un dream team inusual para la televisión.
¿Y le alcanza con ello? Para nada. La serie también se permite contar su historia apoyada en un soundtrack de puros temazos y artistas populares. Y como siempre va por más. En su tercera temporada se da el lujo de tomar a uno de sus músicos fetiches (Eddie Vedder) para crear un cover exclusivamente para el show.
Entonces: tenemos la dirección, el elencazo, el soundtrack, la amplitud y destreza en recursos audiovisuales, la capacidad del show de metamorfosearse según la necesidad narrativa -incluso en la duración de sus capítulos, a veces de 22 minutos, a veces de 66-, la ambición de producción, el guion sólido, el carácter siempre emocional del relato, los personajes que logran conmoverte… ¿Qué más se le puede pedir a una serie? Hay algo, que The Bear tiene, y que es una cualidad adicional y diferencial. Lo suficiente para volverla la maravilla que nos tiene atrapados desde hace tres años.
Es la capacidad de sorprender. De pronto, nos regala una secuencia de apertura que homenajea al cine y a la magia de los efectos especiales (T3 E09). De pronto, un carpool karaoke (T2 E07). De pronto, nos emocionamos con un personaje simplemente haciendo un omelette (T2 E09) o un diálogo a flor de piel (me resuena aún el “sólo necesito darle de comer a mi hijo” del T3 E06). De pronto, un capítulo casi sin diálogos, con música de Trent Reznor y Atticus Ross (T3 E01).
En una televisión de fórmulas gastadas y previsibles bajo en una industria plagada de reboots, remakes y secuelas, la sorpresa es virtud. Y la identidad feroz que en pocos años ha logrado crear The Bear es lo que hace que la pregunta inicial aparezca una y otra vez en el aire. El tiempo nos dará una mejor respuesta, pero hasta acá hay algo que es claro. Es un show que no sabemos a dónde irá, pero que estamos seguros que nos seguirá dando –en mayor o menor medida- destellos de excelencia y de calidad de antología.
Mientras tanto, queda disfrutarlo y rewatchearlo hasta la próxima temporada.