Crítica de Leonardo Kram
Si hay algo que define a Afire, de Christian Petzold es el desconcierto. Quizás la obra que más se emparenta de su filmografía previa es Transit, donde uno como espectador siente las mismas dudas y confusión que el protagonista al que sigue el relato. En este caso la historia acompaña a Leon (un excelente Thomas Schubert) un joven escritor que va a una casa de campo cerca de la costa a pulir su nuevo libro. Allí irá con su amigo Félix y conocerá a Nadja (una magnética como siempre Paula Beer) que también para en la casona y a un guardavida de la zona que se une al grupo.
Durante la primera parte del relato, Petzold, con una minuciosidad que a algunos puede llegar a exasperar, describe la relación de Leon y Nadja. El primero es sumamente tímido, algo malhumorado. La segunda, una mujer que atrae a cualquier hombre con una simple charla, que genera atracción casi inmediata. Leon rechaza constantemente ofrecimientos para socializar, desde ir a la playa a comer o compartir el día, a pesar de sentirse claramente atraído a Nadja. Mientras el resto disfruta de la playa y de su sexualidad.
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A la vez que el grupo se divierte, conoce y desconoce, autoridades constantemente advierten sobre los incendios forestales que azotan la zona y los personajes parecen no preocuparse por el tema en lo más mínimo. Sin develar detalles de la resolución del argumento, Petzold parece apuntar a las consecuencias del descuido de la sociedad actual respecto al ambiente.
En los films previos de Petzold, la política es siempre una fuerza que irrumpe, que trastoca la vida personal de los personajes que muestra. Aquí podríamos decir que la diferencia es que en vez de hablar de la Alemania Nazi como lo hizo en Phoenix yTransit o de la guerra fría como lo hizo en Barbara, se refiere al calentamiento global pero de manera mucha más sutil, incluso sin que ninguno de los personajes lo exprese abiertamente. Y aquí también es llamativo como Petzold parece apuntar a los artistas poco atentos a su entorno como malos artistas.
Yendo a Afire de Christian Petzold en cuestión, dejando de lado las ideas subyacentes que se podrían desglosar, uno sigue a Leon y sus celos, frustraciones y cómo parece enterarse de lo que ocurre a su alrededor de a poco y siempre rodeado por un aura de confusión. Hay algo muy atractivo en esta y otras películas del director sobre la importancia de lo no expresado por los personajes, pero sí develado a través de sus miradas o los encuadres que elige. Y hay algo misterioso, tácito, en ese bosque inmenso que se incendia, que el director refuerza constantemente con múltiples recursos como ruidos y sin mostrar del todo las llamas.
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Es para destacar, estudiar y sobre todo disfrutar como espectador el ritmo con el que narra Petzold. Con encuadres cuidados, en espacios sin grandes distinciones o referencias geográficas claras, colores primarios como el azul y el rojo y deteniéndose en tareas cotidianas como desayunos o viajes a una tienda cercana, genera una inmersión en la vida de los personajes. Hay algo onírico en sus películas, de un punto de vista que se emparenta con cómo recordamos nuestra vida cotidiana en los sueños. Y de repente, algo ocurre, todo se tensa y un incidente o accidente modifican el curso del relato rotundamente, como suele ocurrir también en ese plano.
En los primeros minutos, somos metidos de lleno en la vida de Leon y su amigo y nos sumergimos en la historia. En los minutos finales, el gran misterio, o lo que llega a entender el protagonista finalmente se devela. Y ahí otra vez, Petzold elige la elocuencia de las miradas. Sin dudas, se trata de una de las mejores películas que se proyectó en este Bafici.

FICHA TÉCNICA
Afire (Cielo rojo, 2023). Dirección: Christian Petzold. Guion: Christian Petzold. Elenco: Thomas Schubert, Paula Beer, Langston Uibel, Mathias Brandt, Enno Trebs. Fotografía: Hans Fromm. Edición: Bettina Böhler. Duración: 102 minutos. Nuestra opinión: Muy buena.
Esta crítica forma parte de nuestra cobertura al BAFICI 2023
Crítica de Luciana Córdoba
Cielo rojo de Christian Petzold forma parte de la programación del 23° Festival de Cine Alemán, que inició el 7 de septiembre en Cinépolis Recoleta. A esta película la podemos considerar como la segunda entrega de una trilogía con la temática de los elementos de la naturaleza luego de Undine. El film, ganador del Gran Premio del Jurado de Berlín, nos presenta una historia en el mar acechado por incendios forestales.
Al principio creemos que podría llegar a ser una película al estilo de Rohmer. Verano, planos en el exterior, mar, mesita con mantel blanco, los tiempos son más lentos… Y debido al ritmo lento de la película cuando llegan las grandes revelaciones se sienten realmente dramáticas. Todo se va calentando mucho hacia el final, y no solo porque literalmente están sucediendo incendios en la zona.
Al igual que los personajes que saben que hay un incendio acechando en los alrededores, pero creen que nunca va a llegar a donde están ellxs. Nosotrxs como espectadores también caemos en la trampa de creer que estamos viendo una película de enredos amorosos y crisis creativas de un artista. Aunque desde el primer momento el director es sincero y nos advierte con ciertos signos que “algo no está bien”.

Un verano caluroso y seco, como tantos en los últimos años. Dos amigos se van de vacaciones a una casa en el Mar Báltico. El protagonista, León, está en plan de terminar de escribir su segundo libro. Sabemos que en algún momento llegará su editor. Y su amigo, Félix, va a terminar un portafolio de fotos. Cuando llegan se encuentran con que la casa está habitada por una chica, Nadja (interpretada por Paula Beer). Termina de sumarse a la comitiva Devid, el guardavida amante de Nadja.
El protagonista es un neurótico, autosaboteador, perfeccionista, hosco, que todo el tiempo es negativo. Es destacable la actuación de Thomas Schubert, que logra con excelencia interpretar a este egoísta comprensivo, con ojos amargos de frases cortas que hace empatizar al espectador durante un largo rato con su imposibilidad de crear. Decide quedarse en la casa ensimismado y frustrado todo el tiempo mientras sus amigos van a la playa, deciden pasarla bien y disfrutar del mar y de sus vínculos. Culpa de su bloqueo creativo a factores externos. Está todo el tiempo buscando adentro y no se permite ver lo que el afuera, la realidad que lo rodea, le propone en ese momento. El mundo interno tiene su límite, y sabemos por la reacción de Nadja y del editor que lo que está escribiendo no es bueno.
Hay distintos diálogos que se establecen entre los incendios y lo que les está sucediendo a los personajes. El fuego se acerca imperceptiblemente y cuando su cercanía es inminente. Empiezan a explotar sus emociones, sus pasiones y el fuego quema todo a su alrededor. Trayendo muerte y destrucción como consecuencia.
Como es destrucción, el fuego también es creación, y luego de arrasar con todo trae a León el entendimiento de su realidad más cercana y la posibilidad de escribir sobre eso en su novela. Cielo Rojo se destaca por su belleza cinematográfica, sus actuaciones y su sorpresivo y conmovedor dramatismo llevado hasta el final con total inteligencia por su director, que llega al hueso sin ninguna duda.