En la agitada atmósfera de finales de la década de 1970, el renombrado director Martin Scorsese se encontró en una encrucijada que amenazaba tanto su carrera como su vida personal. Ya consolidado como una de las voces más influyentes de la cinematografía estadounidense, Scorsese se hallaba en una lucha interna marcada por el abuso de sustancias y la depresión, situaciones que culminaron en su profundo descontento con su producción fílmica y la fría acogida de su ambicioso musical revisionista, New York, New York (1977). Sin embargo, en un giro inesperado, su colaborador frecuente y amigo, Robert De Niro, le brindó la historia que cambiaría el curso de su carrera y reviviría su pasión por el cine: Toro Salvaje.
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La década de 1970, conocida como la era del Nuevo Hollywood, fue testigo de la emergencia de cineastas audaces y visionarios, entre ellos Martin Scorsese, que desafiaron las convenciones y redefinieron el cine estadounidense. Junto a figuras como Francis Ford Coppola, Steven Spielberg y George Lucas, este período se caracterizó por la búsqueda de la expresión personal y la rebelión contra las fórmulas preestablecidas de los estudios. Sin embargo, Scorsese navegó entre la expresión artística y los encargos de los estudios a lo largo de su filmografía, oscilando desde su debut con Who’s That Knocking at my Door (1967) hasta Mean Streets (1973), revelando su lucha constante por encontrar un equilibrio.
El punto de inflexión llegó después de la monumental Taxi Driver (1976), una inmersión en la psique de un hombre al borde del caos, que cimentó el estatus de Martin Scorsese como un genio cinematográfico capaz de dirigir en cualquier dirección. A pesar de sus logros, su siguiente proyecto, New York, New York (1977), un intento de fusionar los glamurosos musicales clásicos de Hollywood con las formas del Nuevo Hollywood, resultó en un fracaso tanto en taquilla como en crítica, sumiendo al director en una crisis profunda.
La mala recepción de New York, New York (1977) golpeó a Scorsese de manera demoledora. La crítica apuntaba a la rigidez formal y la falta de emotividad en la película, dejando al cineasta en un estado de desánimo. Incluso el famoso crítico Roger Ebert, un gran admirador de Scorsese, no pudo otorgar una reseña elogiosa. Pero el punto de quiebre llegó cuando, tras una sobredosis de cocaína, Robert De Niro visitó a Martin Scorsese en el hospital y le instó a reenfocarse. La historia de Jake La Motta, un boxeador atormentado, resonó con la lucha personal de Scorsese, marcando el inicio de una colaboración que daría vida a Toro Salvaje.
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Lanzada en 1980, Raging Bull se convirtió en un triunfo no solo para Scorsese y De Niro, sino también para el cine en sí. La interpretación brutal pero conmovedora de De Niro le valió el Premio Oscar al Mejor Actor y catapultó la película a un status de culto. La cinta no solo aborda el mundo del boxeo, sino también la redención y la lucha interna, temas recurrentes en la filmografía de Scorsese. Además, la historia de Scorsese y De Niro se entrelazó con la de La Motta y su entrenador. Reflejando así una narrativa de búsqueda de redención que trascendía la pantalla.
En retrospectiva, la resurrección cinematográfica de Martin Scorsese a través de Toro Salvaje (1980) resuena como una epopeya personal que encapsula sus propios temas recurrentes. Su lucha contra la culpa, el arrepentimiento y la salvación, reflejada en sus películas, encontró una encarnación vívida en su propia vida. La amistad entre Scorsese y De Niro demostró ser un catalizador vital, impulsando al director a través de su crisis y hacia una carrera más allá de lo extraordinario. La historia de Scorsese es un recordatorio conmovedor de cómo el cine puede convertirse en un espejo de la vida. Y de cómo la fuerza de la amistad y la pasión pueden conducir a la reinvención y la resiliencia en el arte y más allá.