En su mejor versión, el cine debe ser una experiencia sinestésica. Más allá de conmovernos, las películas que amamos están obligadas a ponernos la piel de gallina y acelerarnos el corazón. En los últimos años, las mejores producciones estuvieron intentando canalizar esta tarea desde el minimalismo estético. Es decir, no tanto desde la imagen colmada de elementos, sino mediante los diálogos y las actuaciones cargadas de sentido tácito, los simbolismos y los significados ocultos en las pequeñas cosas.
La práctica del «menos es más» fue adoptada por muchísimos directores. Entre los que la rechazaron, se encuentra Christopher Nolan. Teniendo como influencias a Fritz Lang, Stanley Kubrick y Ridley Scott, Nolan fue construyendo su filmografía como una en la que todo se realiza a gran escala y cada cuadro resulta altamente explosivo. Fragmento a fragmento, va saturando al espectador en el mejor sentido de la palabra, recordándole que el cine es el lugar donde todo puede suceder al mismo tiempo, con cada elemento en su máxima potencia.
En Oppenheimer, Nolan se encuentra con una de las figuras más controvertidas de todos los tiempos, un Víctor Frankenstein puro, y su criatura monstruosa difícil de abarcar en palabras, imágenes y sonidos: la bomba atómica. Una vez más, las herramientas del director se ven en la necesidad de expandirse y subir de nivel, ahora para lograr transmitir la grandilocuencia del hombre que jugó a ser dios.
JULIUS ROBERT O.
Oppenheimer es, tal como su creación, una bomba a punto de explotar, y es eso lo que la película busca protagonizar con sumo detalle. Como buena historia de Nolan, ninguna subtrama tiene un cabo suelto. El director nos lleva de la mano en un recorrido frenético a través de la vida externa del físico, sus prominentes cálculos, sus participaciones políticas y su carrera profesional de principio a fin. Pero es la intimidad de su persona lo que verdaderamente se nos revela.
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¿Y qué intimidad puede tener alguien que cambió para bien y mal la vida de miles? ¿Cómo funciona su cabeza? Son preguntas que Nolan no se esfuerza en responder. Simplemente, las deja ser. Mientras la cronología de Oppenheimer se desarrolla, escuchamos y vemos sus pensamientos como si estuviésemos metidos en su cabeza de la forma más cruda y menos mediada posible. Estamos tan cerca de él, que su mítica figura se deshace y queda desnudo frente a nosotros, como un adolescente curioso por la física que solo quiso soñar, sin saber las consecuencias que ello traería.
LA BOMBA
Nolan sabía perfectamente que el interés central de su película era la bomba. Un poco porque todos estábamos ansiosos por ver como ponía sus habilidades grandilocuentes al servicio de explosiones en formato Imax, y otro poco por el morbo que este artefacto representó para la historia de la humanidad. Basta con ver el afiche de la película para darse cuenta de que Nolan no intentó luchar contra dicho fetichismo. De hecho, lo abrazo y lo usó para su beneficio. Porque la película no es sobre la bomba, sino sobre su antropomorfización, su devenir humano en la persona de Oppenheimer.
Oppenheimer es la bomba. Igual que Víctor Frankenstein cuando reflexiona si lo monstruoso es su creación o él mismo, el físico se mimetiza con el arma nuclear y su vida útil. Al principio, la bomba es, en el joven Oppenheimer, la mera idea optimista de crear algo que cambie el curso de la historia, que termine con las guerras, y que sea un descubrimiento para la humanidad. Pero, más tarde que temprano, la bomba es como el monstruo cuando Víctor Frankenstein se horroriza de su existencia y lo abandona a la suerte de lo ajeno. Ante esto, Oppenheimer no puede más que oír la cuenta regresiva de su explosión, desde que se levanta hasta que cierra los ojos.
DETRÁS DE CÁMARAS
Saliendo del marco narrativo, hay que decir que nada de esto sería posible sin la actuación de Cillian Murphy. Este es, sobradamente, su mejor trabajo hasta la fecha, y él se encarga de hacérnoslo saber en cada segundo que ocupa en la pantalla. Por otro lado, también se deja leer como un libro abierto en las interacciones con otros personajes, entre los que cabe mucho destacar a los interpretados por Robert Downey Jr. y Matt Damon. Y mejor ni ahondar en Florence Pugh y Emily Blunt. En síntesis, se puede esperar que, en la próxima edición de los Oscars, las ternas actorales se peleen casi exclusivamente entre los actores y actrices protagonistas y secundarios de esta película.
En realidad, tampoco son estas las únicas categorías en las que se vaticina el batacazo de Nolan. Si es su mejor película o no, quedará en el criterio de cada uno. Pero, sin duda alguna, reúne lo mejor de su experiencia, y los puntos más fuertes de cada porción de su filmografía.


FICHA TÉCNICA
Oppenheimer (2023). Dirección: Christopher Nolan. Guion: Christopher Nolan, basado en el libro American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer (2005). Elenco: Cillian Murphy, Robert Downey Jr., Emily Blunt, Florence Pugh, Matt Damon, Jason Clarke, Tom Conti, Casey Affleck, Gary Oldman, Rami Malek, Benny Safdie, Matthew Modine, Josh Hartnett, David Krumholtz, Kenneth Branagh, Jack Quaid, Alden Ehrenreich, Michael Angarano, Rory Keane, James D’Arcy, Tony Goldwyn. Fotografía: Hoyte Van Hoytema. Música: Ludwig Göransson. Edición: Jennifer Lame. Duración: 180 minutos. Nuestra opinión: Excelente.
1 comentario en “Crítica de ‘Oppenheimer’, de Christopher Nolan con un monumental Cillian Murphy”
Excelente crítica de una película que aún no ví pero que por la muy clara descripción del crítico,tiene muy buen pronóstico para mi gusto
No tiene referentes políticos ni juzgamiento alguno,describe,hechos,época circuntancias,gracias