En las primeras escenas ya es posible advertir que como espectadores entramos a una secta. Una chica joven y bonita (Brunela Corátolo) será sacrificada. En este punto me recuerda el planteo del polémico filósofo Georges Bataille (2002), lo que denominaba “erotismo ardiente” que es cuando se alcanza la dimensión extrema y de mayor intensidad del erotismo, y surgen de términos que para el autor son “inconciliables”: lo prohibido y la transgresión. Bataille dice: “la violencia, así como la muerte que la significa, tienen un sentido doble: de un lado, un horror vinculado al apego que nos inspira la vida, nos hace alejarnos; del otro, nos fascina un elemento solemne y a la vez terrorífico, que introduce una desavenencia soberana.”
Siguiendo la narrativa, la bonita chica es cortada con un cuchillo en su vientre y luego, una mujer madura Marta (Sandra Viggiani) que es la que guía esta secta tiene insistencia por quitarle los ojos. Se los arranca y los guarda en una caja especial en honor al demonio Brulefer. Al otro día entierra la caja. Luego, nos enteramos que esta mujer que guiaba la secta tenía a su joven hija Romina (Valentina Mocoroa) que tuvo un trasplante de córnea. Por ello, el sacrificio y ese quitar los ojos en el ritual tan ostensiblemente.
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Ahora bien, no todo sale bien para los sectarios. Marta parece haber cometido un desatino a la hora de enterrar la caja para Brulefer. La vida de ella y de los que ama correrán peligro. Será un mínimo error cometido que hará que todo se salga de control. Nos ha llamado la atención la gran actuación de Valentina Mocoroa a la hora de interpretar como el espíritu de la joven asesinada se introduce en ella. También mencionar la actuación de Gustavo Casanova como ayudante de la bruja Marta.
Para concluir, Brulefer es un gran cortometraje llevado a cabo por Martín De La Cruz, y que podremos visualizar en esta edición del BARS XXIV.
Esta crítica forma parte de nuestra cobertura al Festival Buenos Aires Rojo Sangre XXIV
Referencias:
Bataille, G. (2002), El erotismo. Tusquets